> Letras Itinerantes: (53) JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO

viernes, 17 de enero de 2020

(53) JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO

(53) JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO




SUCEDIÓ EN LA BARRANCA

—Vine a la barranca con mis primos. Yo no quería venir, pero ellos me trajeron por la fuerza. “Para que te hagas hombrecito y dejes de esconderte en las enaguas de las viejas, cabrón”, me dijeron. Pero en cuanto llegamos aquí, se echaron a correr. Y no los encuentro.La luna menguante era un brillo difuso en el cielo cerrado de nubes; apenas se veía el camino.—¿A poco no oyes que te gritan? Son tus primos que te llaman. Están detrás de aquellas peñas donde te desbarrancaste —le aseguró el difunto Catarino, el mismo que alguien colgó de un mezquite por enamorar a mujeres ajenas.


TÚ Y LAS NUBES

—Lloverán cuchillos de fuego; el cielo se caerá a pedazos. ¿Y tú dónde estarás? ¿Escondido bajo la tierra como un topo? ¿A rastras por el suelo como la serpiente? ¡Arrodíllate! ¡Arrepiéntete! Ahora que todavía tienes tiempo.El forastero mira temeroso al clarividente en harapos, que no deja de manotear. Una anciana que sigue de largo le recomienda:—Joven, dele una moneda y se irá con su escándalo a otra parte.


EL HIJO DEL PUEBLO

Lo abandonaron una madrugada en el portal junto a la iglesia, dentro de una caja de cartón y envuelto con un reboso negro y raído. Desnudo, sin nombre, un completo desconocido, lloraba quedito para no importunar a las sombras. Las ratas y los perros ya se lo disputaban; gruñían y se mostraban los dientes. “¡Úchala, bestias malditas! ¡Váyanse de aquí!”, gritaba doña Pachita, blandiendo la escoba cual espada vengadora. Al hurgar en la caja, se encontró con la mirada grisácea de un niño recién nacido.—Doña Pachita, nunca imaginé que al final de nuestras vidas, Dios nos hiciera el milagrito —dijo el señor cura, y propuso bautizarlo con su nombre.


PARA MORIR IGUALES

Por generaciones, crecimos fantaseando con la casa abandonada. En nuestra mente infantil a veces era un castillo cuidado por dragones; otras, la choza de una bruja come-niños. Por eso, cuando un temblor la derrumbó, todos los habitantes del pueblo corrimos a rescatar de entre sus escombros un pedazo de nuestra imaginación.


UN MUNDO RARO

Nadie recordaba si el tren había pasado por allí alguna vez. Los habitantes más viejos perdieron la memoria o consumieron en silencio sus recuerdos. Había en los límites del pueblo una franja de rieles que la maleza y las alimañas respetaban. Llegaba a las ruinas que la gente llamaba La Estación. A ese sitio iban los niños a jugar por las tardes, después de salir del colegio. En un hecho que podría parecer absurdo e innecesario, uno de los pillos subía a un árbol y desde ahí vigilaba el horizonte.—Toca la campana si ves que viene el tren —ordenaba el líder del grupo.Nunca, hasta esa tarde, sucedió nada. Entre gritos de algarabía, los chiquillos suspendieron su juego y se apartaron corriendo de las vías. ¿Qué fue lo que vieron? Nadie lo sabe. El silencio se quedó grabado para siempre en sus rostros avejentados.


SI NOS DEJAN

Agustina corre desaforada por las calles pedregosas; de sus jadeos escapan palabras ininteligibles. Una horda de chiquillos le cierra el paso y la arrincona contra la barda del cuartel abandonado. “¡Que cante! ¡Que cante!”, gritan enardecidos. Entonces ocurre el milagro: una voz hermosa de soprano sale de su boca desdentada. Su largo cabello, prematuramente canoso, se tiñe de un azul rojizo; la blusa hecha girones, se desprende y Agustina queda con el torso desnudo. Los otrora sonidos guturales, son el canto en calma que presagia el naufragio. Pero los chiquillos se niegan a creerlo: no tiene cola de pescado.


EL REY

El auditorio aplaude de pie, frenético, dejando en segundo plano la música del mariachi. En el proscenio de la pequeña carpa, el cantante hace una reverencia. Sus manos, sudorosas, se aferran al sombrero de charro que oprime contra su pecho agitado. “¿Cómo podría pagar, que me quieran a mí y a todas mis canciones?”, susurra con el corazón emocionado.


LA MEDIA VUELTA

Un camino intemporal. El joven ve a un grupo de hombres a lo lejos. Emocionado por encontrar compañía, corre en dirección a ellos y camina a su lado, atento a la conversación. Algunos le parecen conocidos.Luis Eduardo Aute: Hay algunos que dicen, que todos los caminos conducen a Roma.Antonio Machado: Caminante, se hace camino al andar, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.Joan Manuel Serrat: Estoy completamente de acuerdo con don Antonio. Cuco Sánchez: ¡Arrieros somos, y en el camino andamos!José Alfredo Jiménez: Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar. ¡Rodar y rodar!Alex Lora: Las piedras rodando se encuentran.Bob Dylan: When you ain't got nothing you got nothing to lose.El joven se detiene y los caminantes se desvanecen con el viento. Al dar media vuelta, solo encontró sus huellas.



EL AUTOR




JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO



(Guanajuato, México, 1965). Pediatra y cirujano pediatra. Ha sido guionista de cómic y autor de canciones. Ha publicado dos libros de poesía: replica de viaje (2006) y Ángeles de barro (2010); así como los libros de minificción Cuatro caminos (2014) y Las metamorfosis de Diana/Fábulas para leer en el naufragio (2015); es antólogo de El libro de los seres no imaginarios. Minibichario (2012), La marina de Ficticia (2018), y coantólogo de Alebrije de palabras. Escritores mexicanos en breve (2013) y El Tótem de la rana. Catapulta de microrrelatos (2017). Sus minificciones se encuentran en diversas antologías nacionales e internacionales. Coordina la Antología virtual de minificción mexicana. Contacto: manolortizs@msn.com y @jmanolortizs


1 comentario:

Audberto Trinidad Solís dijo...

Un gusto volver a leer estos micros.Enhorabuena.