ENTREGA
Aquella mañana, después de la primera noche de amor
con Rogelio, mientras preparaba el
desayuno, noté que me había desaparecido el anular de la mano izquierda.No había sangre ni cicatriz ni nada, sólo la falta de
las tres falanges. Se me ocurrió que si hubiese tenido anillo de casada, lo
habría perdido junto con el dedo.Dos mañanas después, frente al espejo, descubrí que tenía un solo ojo.A la semana necesité un perro lazarillo, y pronto de
una silla de ruedas. Y Rogelio parecía no notar las ausencias en mi cuerpo. Por
el contrario: cada día lo sentía más enamorado de mí. Con pequeños gestos, me
hacía sentir única.Y así continuó la secuencia: yo ya no comía, porque
había perdido el estómago. A eso le siguieron los riñones, los intestinos.
Hasta que sólo me quedó el corazón.Fue entonces cuando Rogelio me lo dijo. Que no me quería más, me dijo.
UN BRINDYS Y UN ADIOS
Jamás imaginó que un día dispararía el .38 heredado
del viejo, y menos contra Mady.Ella había sido su gran amor, sí, él no iba a negarlo.
Hasta que lo abandonó y su amor se transformó tanto que, un día, se descubrió
odiándola. Odio, ira y furor crecieron en cada intento fallido de amar a otra
mujer.¿Y Mady? Mady, intacta, libre, pública. Inmortal.Y ahora lo invitaba su casa, a
esperar la Navidad juntos.“Por los buenos tiempos”, había dicho ella por
teléfono. Y, aunque a él le ardieron las tripas, dijo que sí, que voy.El .38, pensó después. No más noches suponiéndote con otro.—Hola, amor —largó la muy guacha. Y lo besó en la comisura de los labios.La hubiera estrujado hasta… hasta gastarle la boca. Pero la odiaba. ¡Cuánto
la odiaba!Cenaron,
rieron. Y también bailaron. Más tarde, ella descorchó un Pommery.—Feliz Navidad, amor —dijo, sensual.Tras el
brindis, él le asestó un balazo en el pecho. Derrumbada. ¡Derrumbada, por fin!La besó: que el último beso fuera suyo.—Tu… —balbuceó Mady—. Tu copa estaba env…Y él sintió un regusto metálico. Se mareaba, veía borroso.
SENTENCIA
Escribí un cuento donde un libro caía encima de un
gato y lo mataba, y a la mañana siguiente mi gato murió aplastado por una
enciclopedia.Escribí un cuento en el que un camión repleto de
gaseosas volcaba en la vereda de mi casa y reventaba la ventana del comedor
diario, y sucedió. Mamá terminó con varios golpes y unos cortes en la cara, lo
que no le impidió ser ella. Pero sus
gritos y patadas no alertaron a los vecinos, tan acostumbrados estaban a los
ataques de mamá. Claro que los vecinos sólo oían esos ataques; en cambio yo… Ya
había probado con internarla, con empastillarla, con todo. Pero ella siempre
volvía a casa, a fastidiarme, a no dejarme trabajar, a volverme loco.Escribí un microrrelato sobre la mujer del almacén de
la otra cuadra, y la hice ganar la lotería. Aunque no pude reclamarle nada, ya
empezaba a ver por dónde vendría mi recompensa.Probé con un nuevo cuento en el que los bomberos
salvaban a un bebé de un incendio. Al otro día lo vi en las noticias.Hace semanas que no escribo, quería pensar cada
detalle, lograr la mayor precisión. Recién, al pasar por la cocina, le sonreí a
mamá. Ya empecé. Sé que mi nuevo cuento no se publicará, no quiero pasar el
resto de mis días entre rejas. Lo más probable es que lo destruya, total no
habrá forma de deshacer lo hecho.
PARA QUE NO TE FUERAS
Pedí detener el tiempo, y el tiempo se detuvo; pero sólo para mí.Fue entonces cuando te vi salir de mi eterno segundo y supe que ya no
podrías regresar.
MORALEJA Y CUENTO
Moraleja:No importa dónde nazca ni dónde crezca ni con quiénes
se relacione, un ser humano a lo largo de la vida sufrirá alegrías, tristezas,
traiciones, amor, decepciones y dolor, mucho
dolor.
Cuento:El postulante a entrar al mundo lo pensó unos segundos, y dijo:—Elijo ser un humano.
UN BUEN DÍA
Todo empezó y terminó aquella mañana. Era un día en el
que cada cosa me salía bien. Manejaba hacia la oficina, y los semáforos pasaban
al verde en cada esquina justo antes de que yo llegase. En la radio, los temas
parecían elegidos por mí. Las calles se habían vuelto violetas de flores de
jacarandás. Y, ya en la oficina, todos estaban de buen humor.Todos, menos mi jefa. Ella entró como una tromba,
levantó unos papeles de mi escritorio y se puso a despotricar a lo loca.Me gustaría que entendiera cómo me siento, pensé.Enseguida me puse de mal humor. Y ahí me di cuenta: no
tendría que haber deseado que ella se pusiera en mi lugar, porque ahora yo
estaba en el suyo. Y, desde ese lugar de ella, ni se me ocurría desear sentirme
bien.
MUDANZA
a Zully
—¡Otra vez mirando el partido! —protestó Justina.
Genaro, clavado en su sillón, ya tenía listo el mate y el termo en el
suelo, bien a mano.
No había caso con el viejo: un millón de veces le había dicho ella que
estaba requeterecontrapodrida de ver fútbol, pero él la ignoraba.
El día que me quede viuda…, pensaba Justina. El día que me quede sola, voy
a ver todas las novelas, lo que se me antoje voy a ver.
Y desde el día mismo en que se encontró viuda y sola
en la casa, Justina acomoda la foto de Genaro frente a la tele, se prepara el
mate, deja el termo a mano en el suelo y se sienta a ver fútbol, juegue quien juegue.
1 comentario:
Muchas gracias, Luis Ignacio Muñoz.
Todo un gusto formar parte de este espacio.
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