EL
REDENTOR SECRETO
Es sabido que todos los ogros viven en Ceylán y que todas sus
vidas están en un solo limón. Un ciego corta el limón con un cuchillo y mueren
todos los ogros.
Del Indian Antiquary, I
(1872).
TEMOR DE
LA COLERA
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló
sobre su pecho para decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se
incorporó y lo dejó. Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado.
Sólo quiero matar a mis enemigos estando puro ante Dios.
Ah'med el Qalyubi,
Nanadir.
NOSCE TE
IPSUM
Al Mahdi cercaba con sus hordas a Khartum, defendida por el
general Gordon. Hubo enemigos que se pasaron a la ciudad sitiada. Gordon los
recibía uno por uno y les indicaba un espejo para que se miraran. Le parecía
justo que un hombre conociera su cara antes de morir.
Fergus Nicholson,
Antología de espejos, Edimburgo, 1917
VIDAS
PARALELAS
Cuando nació Confucio, un unicornio recorrió la comarca. Por
la forma y el tamaño parecía un buey. La madre del Maestro ató en el cuerno del
animal una cinta. Setenta y siete años después el unicornio reapareció y lo
mataron; la cinta estaba rota.
Confucio dijo:
-El unicornio ha vuelto; han pasado los años; el día de mi
muerte está próximo.
E. R. Huc, L'Empire
Chinois (1850)
LA
EXPLICACION
El implacable escéptico Wang
Ch'ung negó la estirpe del fénix. Declaró que, así como la serpiente se convierte
en pez y la laucha en tortuga, el ciervo, en épocas de paz y de tranquilidad,
se convierte en unicornio y el ganso en fénix. Atribuyó estas mutaciones al
"líquido propicio" que, 2356 años antes de la era cristiana, hizo que
en el patio del emperador Yao creciera césped de color escarlata.
Enwin Broster, Addenda to
a History of Freethinking (Edimburgo, 1887)
EL
PELlGROSO TAUMATURGO
Un clérigo que descreía del mormonismo fue a visitar a Joseph
Smith, el profeta, y le pidió un milagro. Smith le contestó:
-Muy bien, señor. Lo dejo a su elección. ¿Quiere usted quedar
ciego o sordo? ¿Elige la parálisis, o prefiere que le seque una mano? Hable, y
en el nombre de Jesucristo yo satisfaré su deseo. El clérigo balbuceó que no
era esa la clase de milagro que él había solicitado.
-En tal caso, señor -dijo Smith-, usted se va a quedar sin
milagro. Para convencerlo a usted no perjudicaré a otras personas.
M. R. Werner, Brigham
Young (1925).
EL
CASTILLO
Así llegó a un inmenso castillo, en cuyo frontispicio estaba
grabado: "A nadie pertenezco, y a todos; antes de entrar, ya estabas aquí;
quedarás aquí, cuando salgas".
Diderot, Jacques Le
Fataliste (1773).
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