Esta antología, editada por la editorial Chicatana ediciones, es el segundo número de la Colección Luz de ámbar, la cual tiene por objetivo ser un espacio para la publicación de minificciones escritas en Chiapas y de esta manera impulsar la creación del género en la entidad. Cuenta con un prólogo de la doctora Dina Grijalva, escritora quien durante años ha recorrido el territorio erótico desde la palabra, teoría y cuerpo.
Ella
dice que:
La minificción
La minificción hispánica (espléndido género
brevísimo: máximo una página) es lúcida, lúdica, etérea, irónica, onírica,
icónica, mítica, mínima (y máxima), críptica (o nítida), súbita, intrépida,
fantástica, magnífica, epifánica y quimérica. Jamás cándida.
Es éxtasis estético, vértigo, pájaro, relámpago.
Y ese es el objetivo de
este libro, gozar del éxtasis estético, del vértigo, el pájaro y los relámpagos
que produce entregarse al placer de las palabras. Gozar del imaginario femenino
erótico que nos comparten 7 autoras chiapanecas, Selene Argueta, Rita Cerezo,
Ade León, Lyz Sáenz, Tania Molina, Lorena Vasconcelos y una servidora; así como
la obra de las artistas visuales Astrid Breiter y la Señorita Cafetera, quienes
plasman fantasías, fetiches, anhelos y juegos eróticos en estas páginas.
Sele Argueta
Creados para ilustrar un microcuento erótico, terminaron
siendo una novela gráfica.
Karla Barajas
Las plumas del ángel se derritieron al contacto con la piel de mi
abdomen. Mi temperatura se elevó, su mano tórrida me tocó el vientre. “No me
desampares, eres la única compañía que me queda”, rogué. Estaba en éxtasis, lo
recuerdo. Él deslizó sus plumas en mi espalda, mientras me poseía, pude verlas
suspendidas por la habitación. Posó su dedo sobre mis labios. Dijo adiós y lo
llamé. No volvió.
Piensan que mi encuentro con él fue resultado
de una calentura, pero, padre, ¿cómo explican que mi recién nacido tenga una
aurora y alas?
Rita Cerezo
Fedra
yace muerta. La mató el deseo. Un día, sin que lo sospechara nadie, comenzó a
enfermar: febriles noches de insomnio que parecían eternas, días interminables
de taquicardia y disnea, y Fedra, cada día más débil, se acercó poco a poco al
momento fatal. Como un cáncer, su deseo se extendió por todo su cuerpo: cada
mililitro de su sangre, cada milímetro de su piel, hasta hacer metástasis en su
cerebro: Fedra enloqueció y, enloquecida, se convirtió en veneno que antes de
morir sembró la muerte para el joven jinete que le negó sus besos.
Ade León
Tania Molina
Teníamos una hora, cada cinco minutos él nos apresuraba para terminar.
Sudaba. Los nervios me hacían sentir calor. De repente, apreté las piernas, el
roce entre ellas me provocó un ligero cosquilleo que intenté prolongar.
Enrojecí por el ardor que emanaba de mi cuerpo. Aunque no aprobé el examen, fue
el que más disfruté.
En cuanto la mano varonil de Fausto dio la
vuelta al letrero de la cafetería, indicando: “abierto”, Emilia entró a
exigirle un expreso doble, luego lo obligó a beberlo de un sorbo e
inmediatamente a besarla. Fausto no sentía el ardor que bajaba desde su lengua
hasta el esófago, únicamente el calor abrasante bajo su mandil de barista y el
ansiado recorrido de esas manos determinadas a desanudarlo.
Äj te’jksi
karäjkomo ijtu tanäram yenhyapapä sunyi. Witpakäsi.te’ mujkis ‘yamyapa te’
sunyipä tzajp
Debajo de mi
enagua los montes se dibujan libremente. El pasto por donde camino mira el
paraíso.
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