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jueves, 17 de noviembre de 2022

(155) AMOR EN MICRO DE ESCRITORAS

 


SOMBRAS EN EL ESTANQUE

Lilian Cheruse*, Argentina

Para Mirta Diele

La reconocí. Ella iba por un sendero pedregoso en las afueras de Potenza. Levemente inclinada hacia adelante, su figura parecía vencida por efecto de ese mantón negro que le cubría la cabeza y parte de la espalda. Un abrigo liviano y una pollera al límite de sus rodillas resaltaban su delgadez. Imaginé que aún se trenzaría el cabello y que seguramente habría canas entrelazadas. La seguí. Había venido de Roma y por algún impulso desconocido llegué hasta esa zona rural.  Ella acarreaba en cada mano un cubo de agua y se dirigía a su casa de piedra y argamasa. Le grité: “Giuliana”, entonces giró y buscó al dueño de la voz. Me bajé del auto conmocionado como si ese reencuentro hubiera estado planeado y borrara la vieja historia del hombre mayor en que me había convertido. Me acerqué esperando su compasión, pero sus ojos verdes me devolvieron sombras. Su dolor subía sin compuertas para   mojar sus pupilas como si fueran un estanque vegetal. Su padecimiento no tenía resignación. Nada justificaba mi abandono de estudiante y mi soledad era un detalle ante su devastación. Como un último acto, la abracé sin hablar.

*Lilian Cheruse, Céfiro vuelve, Literatura de Las Américas, Eos VillaArgentina, Ed.digital octubre2022.


ESQUINAS

Sandra Concepción Velasco, Bolivia

Mucha pena para un solo cuerpo, contempla a su madre desde esa esquina de la habitación donde contaba hasta diez para la tuja, la observa y la compara con el atadijo de ropa sucia de la esquina de su habitación en ese departamento donde ahora vive y olvida. El dolor tiene un aroma particular, desearía tomar el cuerpo de su madre y lavarlo, tenderlo al sol, que le trinen los pájaros, que el sol la absuelva y el viento la columpie; pero recuerda que el agua resbala cuando ya no hay vida, se estanca y se pudre, hiede como ese amor que nunca comprendió, esa resignación de su madre por adorar a su padre, ese hombre que platicaba con Johnnie Walker en el bar de la esquina. Mucho amor para un solo mortal. Tres campanadas por el alma de una piadosa, desde la última capilla al borde de la esquina.

 

SOL EN ARIES

Andrea Calvo Cruz, Chile

            Después de leer tu horóscopo, encendí un cigarrillo que dejó mi boca más amarga de lo que estaba.

            Si tan solo el egoísmo se reflejara en los astros y la soledad fuera una constelación, todo se habría remitido a observar el cielo, en vez de perderme en tus labios, la noche en que nos conocimos.

Publicado en [Medular] (Ediciones Sherezade, 2019, Santiago de Chile)

 

POE

Angélica Pinzón, Colombia

El «plan de ordenamiento emocional» se puso en marcha, muchos estaban en contra y protestaron. Salió el amor no correspondido a entorpecer las vías, llegó el amor infiel a escribir poemas en el asfalto. El plan especificaba que iba a dejar a las afueras de la ciudad dichas criaturas, para que se ahoguen en recuerdos, y no tengan comunicación con la sociedad.

    La Nostalgia debía reubicarse en las represas a ver si logra generar energía en la metrópolis Alma; un desorden vicioso que ha convertido en escritor al País Cuerpo. A punta de corrupción tiene el PIB bruto por el piso, por eso se instauró el POE; más allá de cualquier huelga de hambre que haga, o deje de hacer, la localidad Corazón.


ACEPTACIÓN

Fabiola Morales Gasca, México

Había pasado largas horas observando a Ángela. Acompañando sus viajes circulares aprendió a amar sus carcajadas e introducir cada palabra emitida en su mente perspicaz. Hizo suyo el zumbido de abeja y el crepitar de sus alas de mosca que le irritaban, pero a ella la divertían. Amó el movimiento de sus antenas y el mirar de sus cientos de ojos traviesos. El psiquiatra cayó rendido por las metamorfosis de su joven paciente. Ángela no estaba loca, sólo se transformaba en graciosos y coloridos insectos.

Fabiola Morales Gasca. Ruta de Palimpsestos. Editorial Kañy. Argentina. 2022.


BAJO LA MORERA

Manuela Vicente Fernández (Viana do Bolo, Ourense, España)

El otro día una mujer me recordó a Karen. Tenía los mismos ojos almendrados y se movía ondulando las caderas como hacía ella. A punto estuve de preguntarle su nombre cuando oí que alguien la llamaba. No era Karen. No volví a verla después de aquel verano, en el que nos hicimos amantes bajo la morera que había en la finca de sus abuelos. Recuerdo el sabor de su boca, llena de azúcar, sus pechos que sabían a mermelada. Déjame coger las moras, decía riéndose bajo mis besos, pero yo no la dejaba nunca. Sus ojos eran dos brasas que incendiaban mis sentidos, su cintura un dulce veneno que me mataba. Morir. Resucitar. Sufrir. Amar. Tal era la noria en la que girábamos.

    Todavía hoy, cuando llega el tiempo de las moras, se me estremecen las entrañas.

(Microrrelato publicado en el blog: Nosotrasqueescribimos.blogspot.com)

 

MORIR, NACER Y AMAR

Erikilan Ortiz

Como en el principio…así estaba, envuelta entre las tinieblas, sin sentido y abandonada hasta por ella misma, con el dolor que hace perder la ilusión por la vida.

    No hay derecho de conceder para el dolor la eternidad, por eso, la divinidad tomó las riendas de este asunto y en la actualidad, cuando ella mira sus propios ojos en el espejo, lo recuerda a él y a sus distintas hazañas para enseñarle a morir. Y sí. Murieron los miedos, la baja autoestima, él le enseñó muy bien a matar las incesantes ganas de morir. No se fue, por qué quería verla nacer.


 *Para esta publicación se contó con la autorización de cada una de las autoras . 

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosos textos.

Anónimo dijo...

Cómo siempre, muy buena selección, Luis Ignacio.