SOMBRAS EN EL ESTANQUE
Lilian Cheruse*,
Argentina
Para Mirta Diele
La reconocí. Ella iba por
un sendero pedregoso en las afueras de Potenza. Levemente inclinada hacia
adelante, su figura parecía vencida por efecto de ese mantón negro que le
cubría la cabeza y parte de la espalda. Un abrigo liviano y una pollera al
límite de sus rodillas resaltaban su delgadez. Imaginé que aún se trenzaría el
cabello y que seguramente habría canas entrelazadas. La seguí. Había venido de
Roma y por algún impulso desconocido llegué hasta esa zona rural. Ella acarreaba en cada mano un cubo de agua y
se dirigía a su casa de piedra y argamasa. Le grité: “Giuliana”, entonces giró
y buscó al dueño de la voz. Me bajé del auto conmocionado como si ese
reencuentro hubiera estado planeado y borrara la vieja historia del hombre
mayor en que me había convertido. Me acerqué esperando su compasión, pero sus
ojos verdes me devolvieron sombras. Su dolor subía sin compuertas para mojar sus pupilas como si fueran un estanque
vegetal. Su padecimiento no tenía resignación. Nada justificaba mi abandono de
estudiante y mi soledad era un detalle ante su devastación. Como un último
acto, la abracé sin hablar.
*Lilian Cheruse, Céfiro
vuelve, Literatura de Las Américas, Eos VillaArgentina, Ed.digital octubre2022.
ESQUINAS
Sandra Concepción Velasco, Bolivia
Mucha pena para un solo
cuerpo, contempla a su madre desde esa esquina de la habitación donde contaba
hasta diez para la tuja, la observa y la compara con el atadijo de ropa sucia
de la esquina de su habitación en ese departamento donde ahora vive y olvida.
El dolor tiene un aroma particular, desearía tomar el cuerpo de su madre y
lavarlo, tenderlo al sol, que le trinen los pájaros, que el sol la absuelva y
el viento la columpie; pero recuerda que el agua resbala cuando ya no hay vida,
se estanca y se pudre, hiede como ese amor que nunca comprendió, esa
resignación de su madre por adorar a su padre, ese hombre que platicaba con
Johnnie Walker en el bar de la esquina. Mucho amor para un solo mortal. Tres
campanadas por el alma de una piadosa, desde la última capilla al borde de la
esquina.
SOL EN ARIES
Andrea Calvo Cruz, Chile
Después de leer tu horóscopo, encendí un cigarrillo que
dejó mi boca más amarga de lo que estaba.
Si tan solo el egoísmo se reflejara en los astros y la
soledad fuera una constelación, todo se habría remitido a observar el cielo, en
vez de perderme en tus labios, la noche en que nos conocimos.
Publicado en [Medular]
(Ediciones Sherezade, 2019, Santiago de Chile)
POE
Angélica Pinzón, Colombia
El «plan de ordenamiento
emocional» se puso en marcha, muchos estaban en contra y protestaron. Salió el
amor no correspondido a entorpecer las vías, llegó el amor infiel a escribir
poemas en el asfalto. El plan especificaba que iba a dejar a las afueras de la
ciudad dichas criaturas, para que se ahoguen en recuerdos, y no tengan
comunicación con la sociedad.
La Nostalgia debía
reubicarse en las represas a ver si logra generar energía en la metrópolis
Alma; un desorden vicioso que ha convertido en escritor al País Cuerpo. A punta
de corrupción tiene el PIB bruto por el piso, por eso se instauró el POE; más
allá de cualquier huelga de hambre que haga, o deje de hacer, la localidad
Corazón.
ACEPTACIÓN
Fabiola Morales Gasca, México
Había pasado largas horas
observando a Ángela. Acompañando sus viajes circulares aprendió a amar sus
carcajadas e introducir cada palabra emitida en su mente perspicaz. Hizo suyo
el zumbido de abeja y el crepitar de sus alas de mosca que le irritaban, pero a
ella la divertían. Amó el movimiento de sus antenas y el mirar de sus cientos
de ojos traviesos. El psiquiatra cayó rendido por las metamorfosis de su joven
paciente. Ángela no estaba loca, sólo se transformaba en graciosos y coloridos
insectos.
Fabiola Morales Gasca. Ruta de Palimpsestos.
Editorial Kañy. Argentina. 2022.
BAJO LA MORERA
Manuela Vicente Fernández (Viana
do Bolo, Ourense, España)
El
otro día una mujer me recordó a Karen. Tenía los mismos ojos almendrados y se
movía ondulando las caderas como hacía ella. A punto estuve de preguntarle su
nombre cuando oí que alguien la llamaba. No era Karen. No volví a verla después
de aquel verano, en el que nos hicimos amantes bajo la morera que había en la
finca de sus abuelos. Recuerdo el sabor de su boca, llena de azúcar, sus pechos
que sabían a mermelada. Déjame coger las
moras, decía riéndose bajo mis besos, pero yo no la dejaba nunca. Sus ojos
eran dos brasas que incendiaban mis sentidos, su cintura un dulce veneno que me
mataba. Morir. Resucitar. Sufrir. Amar. Tal era la noria en la que girábamos.
Todavía
hoy, cuando llega el tiempo de las moras, se me estremecen las entrañas.
(Microrrelato
publicado en el blog: Nosotrasqueescribimos.blogspot.com)
MORIR, NACER Y AMAR
Erikilan Ortiz
Como en el principio…así estaba, envuelta entre las tinieblas,
sin sentido y abandonada hasta por ella misma, con el dolor que hace perder la
ilusión por la vida.
No hay derecho de conceder para el dolor la eternidad,
por eso, la divinidad tomó las riendas de este asunto y en la actualidad, cuando
ella mira sus propios ojos en el espejo, lo recuerda a él y a sus distintas
hazañas para enseñarle a morir. Y sí. Murieron los miedos, la baja autoestima,
él le enseñó muy bien a matar las incesantes ganas de morir. No se fue, por qué
quería verla nacer.
2 comentarios:
Maravillosos textos.
Cómo siempre, muy buena selección, Luis Ignacio.
Publicar un comentario