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lunes, 27 de junio de 2022

(141)Carmen de la Rosa

 


 

Fotografía

    Inmortalizada en el álbum familiar, la adolescente frunce los labios de disgusto, cruza los brazos sobre los pechos, desvía la mirada. Qué tímida eras, hija, cómo detestabas que te fotografiaran”, dice la madre. Ella calla,una más, solo una más, ahí sigue la vieja cámara atrapada en la vitrina del salón, el ojo del padre muerto aún asomado al objetivo, deseándola

                                                   

Traspaso

        Ella no es de por aquí. Dicen que es un alma del purgatorio y, al caer la noche, deposita ramos de lirios en los petos de ánimas. Otros dicen que está bien viva, que saluda si te cruzas con ella alguna mañana en el camino, que su sonrisa recuerda a la de la Gioconda. Algunos la han visto recoger muérdago de los robles cercanos al monasterio de Santa Cristina; otros, castañas del castaño milenario de Entrambosríos. Cuentan que si la invocas en un rezo, aparece esa noche junto a tu ventana, que la han sorprendido en las tardes de verano nadando desnuda en el Miño entre cardúmenes de lampreas. Dicen que un joven de Teixeiro está enamorado de ella: los han visto pasear por el bosque en las noches de luna llena. Caminar juntos hasta un claro, acercarse a una esfera, traslúcida y viscosa, como un enorme huevo de rana, que flotaba a un par de metros del suelo. Que los vieron atravesarla y desaparecer.

    Él no es de por aquí, dicen al otro lado.

 

Lo que el viento no se llevó 

    El vendaval agita las páginas de “Lo que el viento se llevó” y arrastra fuera del libro a Rhett Butler, a Melania, con su miriñaque convertido en globo aerostático, y a Ashley Wilkes. Scarlett O´Hara resiste, abrazada a una columna de su cama y también Mammy que, sujeta de los cordones de su corsé, vuela con su falda negra y su delantal blanco como una cometa humana.

 

Hibridación

  En junio, mientras regaba las petunias, aterrizó un ángel en el jardín. Aunque mis padres me habían advertido contra ellos, a mí no me pareció tan fiero, y como hacía calor, lo invité a refrescarse en el jacuzzi. Él plegó sus alas, se despojó de la túnica y me tendió su mano. Nos bañamos juntos hasta que cayó la tarde.

Una madrugada de agosto, desperté y puse un huevo sobre la colcha de mi cama. Luego salí al jardín y lo escondí entre el seto de lavanda. Ahora lo incubo por las noches, mientras mis padres duermen.

 

Convivencia

    Aquella tarde papá regresó a su tumba entristecido.

   Al día siguiente depositamos bajo su lápida un ramo de gardenias, sus flores favoritas, y le pedimos perdón en voz alta.

    Aquella noche fingimos asustarnos cuando apareció, fosforescente, flotando en la oscuridad del pasillo. Mamá volvió a dormir en su lado de la cama de matrimonio y papá, en el suyo. Colgamos de nuevo sus camisas en el armario y nadie, sino él, ha vuelto a sentarse en su silla a la hora del almuerzo.

  Desde entonces papá solo regresa a su tumba muy de vez en cuando, casi toda su muerte la pasa en casa, con nosotros.

Microrrelato publicado en el libro “Acordeón”, ilustrado por Irene León. Ediciones Idea, 2014.

Armas de mujer

    Lo primero que vio el inspector cuando entró en la habitación 215 del hotel Saint Germain fue el destello de un flash; lo segundo, la mancha de sangre que rebasaba el límite de las baldosas del baño y empapaba la moqueta gris de la habitación.

    El inspector saludó a los dos policías que fotografiaban el interior del cuarto de baño y se dirigió hacia el balcón, aún estaba abierto y las cortinas revoloteaban en la corriente de aire desde la noche anterior, el asaltante habría entrado por allí mientras la chica se duchaba. Unos minutos antes le había tomado declaración al recepcionista, le contó que la muchacha había regresado al hotel la noche anterior, alrededor de las doce, un poco achispada, era menuda, con un buen par de piernas que asomaban generosamente bajo la minifalda. Le había comentado que volvía de cenar con una amiga en un restaurante del barrio de Le Marais, luego la había visto subir al ascensor, por lo que todo tenía que haber sucedido de madrugada.

    ―Cuando quiera, puede pasar, inspector―le indicó uno de los policías―. Nosotros ya hemos terminado.

    El inspector avanzó hacia el escenario del crimen, evitando pisar la moqueta encharcada. Dentro aun olía a sangre seca. Había regueros de gotas rojas sobre los azulejos blancos y un revoltillo de ropa negra: minifalda, blusa, medias, sujetador y bragas de encaje, en una esquina de la encimera del lavabo. El cadáver yacía boca abajo, los ojos abiertos de sorpresa, sin duda no había esperado morir aquella noche. Su mano izquierda aferraba la cortina rasgada de la ducha.

   El inspector se agachó y recogió del suelo un stiletto negro de puntera metálica y afiladísimo tacón de quince centímetros aplastado bajo la rodilla derecha del cadáver. Observó el pequeño corte de la nuca, que se habría hecho al caer al suelo, pero no era aquella herida la causante de su muerte.

    Era aquel boquete del cuello por el que la sangre había brotado como un surtidor, del que aún colgaba el tacón del otro stilleto con el que la chica menuda le había seccionado la yugular a aquel tipo durante el forcejeo.

 

Hibridación

    En junio, mientras regaba las petunias, aterrizó un ángel en el jardín. Aunque mis padres me habían advertido contra ellos, a mí no me pareció tan fiero, y como hacía calor, lo invité a refrescarse en el jacuzzi. Él plegó sus alas, se despojó de la túnica y me tendió su mano. Nos bañamos juntos hasta que cayó la tarde.      Una madrugada de agosto, desperté y puse un huevo sobre la colcha de mi cama. Luego salí al jardín y lo escondí entre el seto de lavanda. Ahora lo incubo por las noches, mientras mis padres duermen.

LA AUTORA

Carmen de la Rosa. Santa Cruz de Tenerife. Sus relatos y microrrelatos están editados en los libros Todo vuela, Acordeón Nosotras somos humanas y Siempre tuvimos miedos. También pueden leerse en varias antologías, revistas y blogs. Ganó el I y X certamen de relatos breves “Mujeres” del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y el premio de relato corto Isaac de Vega 2020 de la Fundación Caja Canarias. Sus microrrelatos están traducidos al francés y al húngaro.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por esa pluma delicada y precisa de la Autora.un saludo.