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viernes, 17 de junio de 2022

-140-Liliana Espinoza Tobón

 


Sorora

   Nada está listo para ella, lo entendió desde su infancia; para gozar de libertad y justicia se debe luchar, escribir y ganar en femenino. Sin pensarlo, en medio de la trifulca, sorora toma las banderas de las mujeres caídas, símbolo de la voz femenina silenciada en el tiempo y valiente sigue la marcha.

 

Cautiverio

   Entretiene la mirada en las mariposas que posan sobre las flores coloridas, en las marcas que dejan los escarabajos al andar por la tierra, en las aves cortejándose libres.  Ensordece sus oídos  con  el sonido de las cigarras,  en pleno festín  a la orilla del rio. Siente el viento y con él quiere desprenderse por el cielo como polvo lejos de ese lugar. Envolverse en esos detalles la lleva a escapar, por un instante del ataviado vestido que la envuelve de cuello a tobillos, aun a 35 grados centígrados de temperatura. Olvidar la opresión  de las medias que anclan sus piernas a unas botas pesadas de cuero negro, el apretado corseé  asfixiando su latir, cómo remarcando que su elección de amar no es libre.  Dejar de lado la pesadez de ese sombrero encasillándole los sueños y las ideas libres  de mujer. Le ayuda a ganar paciencia antes de ser fugitiva de este cautiverio.

 

La cosecha

   Las pequeñas manos acarician la tierra, la suavizan, la surcan, la besan. En ella, las manitas tiernas siembran semillas contenidas de alegría, esperanza e ilusión. Esas manitas cautelosas protegen la siembra, la limpian, la cuidan, la riegan. Llegado el tiempo esas manos tendrán  su cosecha y agradecerán a la madre tierra, que protectora les obsequia frutos para aliviar su corazón.

(Minificción a niños y niñas)

Navegar

   La humedad cala la piel y los huesos, a medida que se avanza. Es como viajar por la vida con los pies descalzos, entumecidos de frío. Navegar a veces sin varada, sin puerto que espere, sin alguien con una sonrisa en el muelle. Sentir el vaivén de la marea tempestuosa estrellándose contra mi cuerpo. Mi pecho contra el viento contraído, apenas  alcanza el suspiro. Así vivo cada mañana, al verte en el colegio. Desde el patio central te miro a lo lejos, perfecto y elegante. Siempre sonriendo al brindar la cátedra a tus alumnos de literatura; cómo si nada. Una vez más me convenzo que esta tempestad es solo mía.

 

Las Párvulas hijas del sol

   Hace décadas, cuando los milenarios de oyamel escoltaban de pie el paraíso, la risa de un pequeño retumbaba entre sus troncos; el bosque entero y él se preparaban para la llegada torrencial de las hijas del sol.  El pequeño acunado entre las raíces de los árboles, miraba como el verde se desvanecía bajo el divino manto amarillo de las “Xepje”. Las aves trinaban abriendo paso a las pequeñas viajeras, las cosechadoras, que anunciaban el alumbramiento de la madre tierra en frutos y agua viva.

  Así, “sus novias”, como el pequeño nombraba a las mariposas, fulguraban cada año los bosques en lo alto de la montaña, revistiéndoles del néctar de la vida.  La migración se había vuelto tradición y las pequeñas párvulas entendían, que su llegada de su largo viaje eran esperadas por muchos; pero en especial por ese pequeño lleno de ilusión. En medio del festín ellas se posaban suaves en su cabecita, acariciándole la vida con sus aleteos de amor.

   Al pasar el tiempo, el niño creció y su amor por sus novias monarcas maduro. Ya adulto como centinela también cuido el paraíso. Trató de esparcir y sembrar la semilla de protección a la tierra, a la vida, a la mariposa monarca y su siembra dio frutos en la tierra fértil; pero también encontró tierra vana. ¡Quién diría qué esa hiedra de la tierra vana lo alcanzaría y cobardemente perforaría sus alas!

Antología Homenaje a Augusto Monterroso, Editorial Eos Villa, 2021

 

Títere

   Emocionado por la función se amolda el traje: guayabera blanca, pantalón de mezclilla deslavado y botas vaqueras; para mostrarse popular. Por último, detalla el  peinado casual, enmarcando su cara simpática.

   Alguien toca la puerta y pregunta: ¿Estás listo para mentir?

   Pinocho alegre responde: ¡Claro, más ahora que soy presidente!

 

Bailarina

En el jardín de Yokohama, entre la alborada rosácea, se abre paso una tierna niña. Cabellera lacea, ojos pequeños y rostro blanco se mira sentada bajo los árboles. La niña centra  su mirada  en los ramajes, extiende los brazos  y serena  acaricia los aires, trazando  rutas imprevistas  entre los kiku.  Contenida en la magia del tiempo, enfrenta la caída de las flores en sus manos. En su mente  musicaliza  su danza, sintiéndose  libre como  ave surcando el cielo.  Mientras deleita a quienes la observan,  desde  un edificio, unas niñas vestidas de bailarinas, atónitas sólo  miran su silla de ruedas.

 

Valiente

En la lejanía mantiene presente lo vivido:  la frialdad de las rejas, los gritos, los golpes, la poca comida, las humillaciones y cuando  preso de su propio instinto se  mostraba  rebelde;  el agua fría resbalando por su desnudo cuerpo y las descargas eléctricas. Tampoco olvida la valentía enmascarada de miedo, que le amparó esa  noche. El telón abría en medio de redobles de tambor. En  el ruedo ese hombre, cómo cada noche de  traje  abotonado, con  silla en una mano y en la otra el aborrecido látigo, que marcó  su piel.  Envuelto en una simulación estelar, lo presentaban con la estrella directo de la jungla. La preparación violenta para el acto  nuevo lo mantenía al tope de la desesperación.  En uso de su instinto felino sigiloso subió al banco, desarrollo puntual su rutina y en el acto esperado impulsado por su desesperación y la idea de escapar, brinco más allá del fuego, alcanzando la malla que rodeaba el espacio.  Ayudado de sus filosas garras escaló y huyó de esa abominable carpa de circo. Atrás de su escape detonaciones, esta vez no lo amedrentarían; la consigna era clara, verse lejos del cautiverio.  En su paso el tigre  no atacó a nadie. Corrió hasta encontrar la naturaleza desconocida del bosque. Pasaron días y unos hombres lo apresaron nuevamente. Tampoco  importaba, pues había probado lo que no conocía. Sin embargo, esta vez fue diferente, aquellos humanos habían peleado por él, para llevarlo a otro espacio en donde viviera el paso de la libertad. 

Microrrelato publicado en la antología "Tigres para Juan", de Brevilla 2022

 

LA AUTORA

Liliana Espinoza Tobón 29 de mayo de 1981, en Tehuacán, Puebla, México. Estudios en Lingüística y literatura Hispánica, BUAP. Colaboradora en OSC con población rural y originaria, en derechos humanos, protección infantil y prevención de violencia hacia la mujer. Considerada en Resonancias, BUAP, México 2019. Coyolxauhqui, México, 2020; Alquimia Literaria, Madrid, España, 2021. Recolectores de silencios, UAM, Toluca, 2021, Homenaje a Augusto Monterroso y Antología de Mujeres Mexicanas en la Minificción, Editorial EOS Villa, 2021. Integrante del Colectivo Minificcionistas Mexicanas.


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