Sorora
Nada está
listo para ella, lo entendió desde su infancia; para gozar de libertad y
justicia se debe luchar, escribir y ganar en femenino. Sin pensarlo, en medio
de la trifulca, sorora toma las banderas de las mujeres caídas, símbolo de la
voz femenina silenciada en el tiempo y valiente sigue la marcha.
Cautiverio
Entretiene
la mirada en las mariposas que posan sobre las flores coloridas, en las marcas
que dejan los escarabajos al andar por la tierra, en las aves cortejándose
libres. Ensordece sus oídos con el
sonido de las cigarras, en pleno festín a la orilla del rio. Siente el viento y con él
quiere desprenderse por el cielo como polvo lejos de ese lugar. Envolverse en
esos detalles la lleva a escapar, por un instante del ataviado vestido que la
envuelve de cuello a tobillos, aun a 35 grados centígrados de temperatura.
Olvidar la opresión de las medias que
anclan sus piernas a unas botas pesadas de cuero negro, el apretado corseé asfixiando su latir, cómo remarcando que su
elección de amar no es libre. Dejar de
lado la pesadez de ese sombrero encasillándole los sueños y las ideas
libres de mujer. Le ayuda a ganar
paciencia antes de ser fugitiva de este cautiverio.
La
cosecha
Las
pequeñas manos acarician la tierra, la suavizan, la surcan, la besan. En ella,
las manitas tiernas siembran semillas contenidas de alegría, esperanza e ilusión.
Esas manitas cautelosas protegen la siembra, la limpian, la cuidan, la riegan.
Llegado el tiempo esas manos tendrán su
cosecha y agradecerán a la madre tierra, que protectora les obsequia frutos
para aliviar su corazón.
(Minificción a niños y niñas)
Navegar
La
humedad cala la piel y los huesos, a medida que se avanza. Es como viajar por
la vida con los pies descalzos, entumecidos de frío. Navegar a veces sin
varada, sin puerto que espere, sin alguien con una sonrisa en el muelle. Sentir
el vaivén de la marea tempestuosa estrellándose contra mi cuerpo. Mi pecho
contra el viento contraído, apenas
alcanza el suspiro. Así vivo cada mañana, al verte en el colegio. Desde
el patio central te miro a lo lejos, perfecto y elegante. Siempre sonriendo al
brindar la cátedra a tus alumnos de literatura; cómo si nada. Una vez más me
convenzo que esta tempestad es solo mía.
Las
Párvulas hijas del sol
Hace
décadas, cuando los milenarios de oyamel escoltaban de pie el paraíso, la risa
de un pequeño retumbaba entre sus troncos; el bosque entero y él se preparaban
para la llegada torrencial de las hijas del sol. El pequeño acunado entre las raíces de los
árboles, miraba como el verde se desvanecía bajo el divino manto amarillo de
las “Xepje”. Las aves trinaban abriendo paso a las pequeñas viajeras, las
cosechadoras, que anunciaban el alumbramiento de la madre tierra en frutos y
agua viva.
Así, “sus
novias”, como el pequeño nombraba a las mariposas, fulguraban cada año los
bosques en lo alto de la montaña, revistiéndoles del néctar de la vida. La migración se había vuelto tradición y las
pequeñas párvulas entendían, que su llegada de su largo viaje eran esperadas
por muchos; pero en especial por ese pequeño lleno de ilusión. En medio del festín
ellas se posaban suaves en su cabecita, acariciándole la vida con sus aleteos
de amor.
Al pasar el tiempo, el niño creció y su amor por sus novias monarcas maduro. Ya adulto como centinela también cuido el paraíso. Trató de esparcir y sembrar la semilla de protección a la tierra, a la vida, a la mariposa monarca y su siembra dio frutos en la tierra fértil; pero también encontró tierra vana. ¡Quién diría qué esa hiedra de la tierra vana lo alcanzaría y cobardemente perforaría sus alas!
Antología Homenaje a Augusto Monterroso, Editorial
Eos Villa, 2021
Títere
Emocionado
por la función se amolda el traje: guayabera blanca, pantalón de mezclilla
deslavado y botas vaqueras; para mostrarse popular. Por último, detalla el peinado casual, enmarcando su cara simpática.
Alguien
toca la puerta y pregunta: ¿Estás listo para mentir?
Pinocho alegre responde: ¡Claro, más ahora
que soy presidente!
Bailarina
En el jardín de Yokohama, entre la alborada
rosácea, se abre paso una tierna niña. Cabellera lacea, ojos pequeños y rostro
blanco se mira sentada bajo los árboles. La niña centra su mirada
en los ramajes, extiende los brazos
y serena acaricia los aires,
trazando rutas imprevistas entre los kiku. Contenida en la magia del tiempo, enfrenta la
caída de las flores en sus manos. En su mente
musicaliza su danza,
sintiéndose libre como ave surcando el cielo. Mientras deleita a quienes la observan, desde
un edificio, unas niñas vestidas de bailarinas, atónitas sólo miran su silla de ruedas.
Valiente
En la lejanía mantiene presente lo vivido: la frialdad de las rejas, los gritos, los
golpes, la poca comida, las humillaciones y cuando preso de su propio instinto se mostraba
rebelde; el agua fría resbalando
por su desnudo cuerpo y las descargas eléctricas. Tampoco olvida la valentía
enmascarada de miedo, que le amparó esa
noche. El telón abría en medio de redobles de tambor. En el ruedo ese hombre, cómo cada noche de traje
abotonado, con silla en una mano
y en la otra el aborrecido látigo, que marcó
su piel. Envuelto en una
simulación estelar, lo presentaban con la estrella directo de la jungla. La
preparación violenta para el acto nuevo
lo mantenía al tope de la desesperación.
En uso de su instinto felino sigiloso subió al banco, desarrollo puntual
su rutina y en el acto esperado impulsado por su desesperación y la idea de
escapar, brinco más allá del fuego, alcanzando la malla que rodeaba el
espacio. Ayudado de sus filosas garras
escaló y huyó de esa abominable carpa de circo. Atrás de su escape
detonaciones, esta vez no lo amedrentarían; la consigna era clara, verse lejos
del cautiverio. En su paso el tigre no atacó a nadie. Corrió hasta encontrar la
naturaleza desconocida del bosque. Pasaron días y unos hombres lo apresaron
nuevamente. Tampoco importaba, pues
había probado lo que no conocía. Sin embargo, esta vez fue diferente, aquellos
humanos habían peleado por él, para llevarlo a otro espacio en donde viviera el
paso de la libertad.
Microrrelato publicado en la antología "Tigres
para Juan", de Brevilla 2022
LA AUTORA
Liliana Espinoza Tobón 29 de mayo de 1981, en Tehuacán, Puebla, México.
Estudios en Lingüística y literatura Hispánica, BUAP. Colaboradora en OSC con
población rural y originaria, en derechos humanos, protección infantil y
prevención de violencia hacia la mujer. Considerada en Resonancias, BUAP,
México 2019. Coyolxauhqui, México, 2020; Alquimia Literaria, Madrid, España,
2021. Recolectores de silencios, UAM, Toluca, 2021, Homenaje a Augusto
Monterroso y Antología de Mujeres Mexicanas en la Minificción, Editorial EOS
Villa, 2021. Integrante del Colectivo Minificcionistas Mexicanas.
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