> Letras Itinerantes: (129) Luis Miguel Rodríguez

domingo, 27 de febrero de 2022

(129) Luis Miguel Rodríguez

 


BELLA EN DICIEMBRE

De pronto te apareces en la memoria de mi cuarto. Vienes vestida de fiesta.

   -¿Te vas? Pregunto. Y tú solo respondes recogiéndote el cabello.

   - Este diciembre estás más bella, te digo

   Y tú, coqueta como siempre, le regalas tus ojos a mi noche y abrazados inventamos los años y luego los vivimos… a nuestro modo.

   Afuera, la vida nos envidia.

 

ÚLTIMO TREN A NEPTUNO

Abrir los ojos después de atravesar el último gran túnel, fue como volver a nacer. Al descender del tren me di cuenta de que en todo el viaje nunca había soltado su mano; ella se dejaba llevar, como si no supiera que para mí Neptuno era igual de nuevo y desconocido.

   El panorama era desolador. La metrópoli que nos recibía en nada se parecía a la de las piezas publicitarias que hasta hace poco promocionaban al planeta como el mejor destino turístico de la galaxia. La guerra… la maldita guerra había acabado casi con la totalidad de la especie, supuestamente súper desarrollada que habitaba aquel gigante azul.

   Nos miramos; nos miramos tanto, que atravesamos el largo puente de desembarque sin que nuestros ojos se desconectaran. Después de registrarnos, un amable funcionario nos dio la bienvenida, nos agradeció por participar del programa oficial de repoblamiento y nos deseó la más grande felicidad en nuestro viaje de bodas. Nos abrazamos y nos perdimos en la mega ciudad.

   Nuestro amor no era estéril.  Ahora, seríamos semilla.

 

MATADORA

El traje de luces florece a borbotones un ramillete carmesí que se confunde con el color de su sonrisa postrera. Su mirada final se pierde en el azul infinito, sin advertir siquiera, que detrás de un burladero, muere también - pero de amor- aquel atormentado peón de brega que siempre cargó con devoción su capote eternamente manchado.

 

COPROPIEDAD     

En aquel país, el gobierno decretó plazo perentorio para legalizar las propiedades. Desde ese día, las notarías viven atestadas de hermosas mujeres que vienen a protocolizar su dominio sobre la luna, que en alguna noche de pasión les regalaran.

 

ELLA, PALABRA

Escribía para curarse, para sobrevivir; para amainar el llanto contaba tristezas y tragedias y verso tras verso hablaban las cicatrices debajo de la piel y de las heridas del alma brotaban palabras que sanaban.

   En la noche salía con su disfraz de fuego, para emerger de sus propias cenizas en cada madrugada, intentando amar de nuevo; hasta que descubrió que ella misma era poema… y se dejó escribir.

 

ETERNAMENTE

Al encontrarla después de tanto tiempo, ni siquiera advirtió su presencia. Ella se acercó, tomó su mano entre las suyas con devoción, elevó la mirada hasta sus ojos y dijo, con inédita humildad, “¿Me recuerdas? Soy la mujer de tu vida, por la que tanto sufriste, por la que lloraste mares, esa que dijiste que sería tu amor eterno”.

   Él, con la mirada perdida en el sol rojo de la tarde que oxidaba las nubes a su paso, respondió, “Eterno es el olvido de los amores eternos, bella dama”, y sin mirar hacia atrás, continuó su camino.

 

MIRADA PERDIDA

Mis ojos, hechos a sus formas y a sus labios de perenne grana. Mis ojos que vestidos de gala husmearon en los palacios, buscándola en la imaginación y el compromiso de Scherezade; en la belleza y la soberbia de Cleopatra; en la voluptuosidad y la lujuria de Ana Bolena. Mis ojos, que descalzos recorrieron la tierra tras los campos de cebada de su cuerpo, peinados por el viento, mientras el sol los hacía trigueños para entregarlos a mi gusto en los jarros de cerveza de la eterna bohemia o en el trago de whisky que enerva los sentidos en nuestras noches de pasión.

   Esos, mis ojos, se quedaron extasiados en los suyos, buscando detrás de su mirada los vestigios de ese amor esquivo que se camufla en negaciones, conveniencias y caprichos. Ella, sorprendida, tal vez intimidada, solo acertó a preguntar ¿Por qué me miras con esos ojos de loco? Y se perdió en la noche, detrás de otras pupilas que nunca aprenderán a mirarla como yo.


EL AUTOR

 LUIS MIGUEL RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ

Comunicador social, poeta y escritor, nacido en Bogotá, radicado hace más de veinticinco años en Gachancipá, Cundinamarca. Desde sus inicios en el oficio de las letras ha promovido los textos cortos y la síntesis de las ideas, como una manera de expresar su propuesta literaria. En 1976 publica en Quito, Ecuador, un libro de poemas epigramáticos acompañados con un gráfico, también de su autoría, con el nombre de “48 Poemas de pared”. En 1986 gana el primer premio en el Concurso de narrativa corta universitaria de la Universidad de Cundinamarca (UDEC) y dos años más tarde aparece en la publicación “La Historia de las estatuas y otros cuentos” editada por la UDEC y Editorial Migema, su cuento ganador, “La desgracia de haber tantos Garcías”. Nunca volvió a publicar, a pesar de tener dos libros de poemas listos para edición (“Sobrevivientes de la vida” y “Siete pecados y el olvido”). Es también historiador, fundador y presidente del Centro de Historia de Gachancipá.

   Confiesa que su intención al producir microrrelatos, apotegmas y epigramas es la de rescatar para la minificción el romanticismo que ha ido perdiendo la expresión y que ha encontrado en la virtualidad otra manera de llegar a un auditorio ávido de textos breves. Últimamente dedica gran parte de su proceso creativo a producir micro prosa poética.

 

 

 

 

4 comentarios:

electricguitarmusiquiando@gmail.com dijo...

Hermosos

César Rodríguez dijo...

Montemonos en el tren a Neptuno, quedando con la mirada perdida, dirigiendo ella, palabra a la coopropiedad con la mirada perdida a la matadora bella en diciembre. Que bellos fragmentos de tu gran obra.
Abrazos, tu sobrino César.

Unknown dijo...

Miguelito, felicitaciones! Un nuevo reconocimiento a tu ingenio, a esa forma hermosa de describir sentimientos y realidades. Un abrazo de tu hermana Geña

SanAndresyProvidenciaProvidenciaLMR.blogger.com dijo...

Gracias.