BELLA EN
DICIEMBRE
De pronto te apareces en la memoria de mi cuarto.
Vienes vestida de fiesta.
-¿Te vas? Pregunto. Y tú solo respondes
recogiéndote el cabello.
- Este diciembre estás más bella, te digo
Y tú, coqueta como siempre, le regalas tus ojos a mi
noche y abrazados inventamos los años y luego los vivimos… a nuestro modo.
Afuera, la vida nos envidia.
ÚLTIMO TREN A NEPTUNO
Abrir los ojos después de atravesar el último gran
túnel, fue como volver a nacer. Al descender del tren me di cuenta de que en
todo el viaje nunca había soltado su mano; ella se dejaba llevar, como si no
supiera que para mí Neptuno era igual de nuevo y desconocido.
El panorama era desolador. La metrópoli que nos
recibía en nada se parecía a la de las piezas publicitarias que hasta hace poco
promocionaban al planeta como el mejor destino turístico de la galaxia. La
guerra… la maldita guerra había acabado casi con la totalidad de la especie,
supuestamente súper desarrollada que habitaba aquel gigante azul.
Nos miramos; nos miramos tanto, que atravesamos el
largo puente de desembarque sin que nuestros ojos se desconectaran. Después de
registrarnos, un amable funcionario nos dio la bienvenida, nos agradeció por
participar del programa oficial de repoblamiento y nos deseó la más grande
felicidad en nuestro viaje de bodas. Nos abrazamos y nos perdimos en la mega
ciudad.
Nuestro amor no era estéril. Ahora, seríamos semilla.
MATADORA
El traje de luces florece a borbotones un ramillete
carmesí que se confunde con el color de su sonrisa postrera. Su mirada final se
pierde en el azul infinito, sin advertir siquiera, que detrás de un burladero,
muere también - pero de amor- aquel atormentado peón de brega que siempre cargó
con devoción su capote eternamente manchado.
COPROPIEDAD
En aquel país, el gobierno decretó plazo perentorio
para legalizar las propiedades. Desde ese día, las notarías viven atestadas de
hermosas mujeres que vienen a protocolizar su dominio sobre la luna, que en
alguna noche de pasión les regalaran.
ELLA, PALABRA
Escribía para curarse, para sobrevivir; para
amainar el llanto contaba tristezas y tragedias y verso tras verso hablaban las
cicatrices debajo de la piel y de las heridas del alma brotaban palabras que
sanaban.
En la noche salía con su disfraz de fuego, para emerger
de sus propias cenizas en cada madrugada, intentando amar de nuevo; hasta que
descubrió que ella misma era poema… y se dejó escribir.
ETERNAMENTE
Al encontrarla después de tanto tiempo, ni siquiera
advirtió su presencia. Ella se acercó, tomó su mano entre las suyas con
devoción, elevó la mirada hasta sus ojos y dijo, con inédita humildad, “¿Me
recuerdas? Soy la mujer de tu vida, por la que tanto sufriste, por la que
lloraste mares, esa que dijiste que sería tu amor eterno”.
Él, con la mirada perdida en el sol rojo de la
tarde que oxidaba las nubes a su paso, respondió, “Eterno es el olvido de los
amores eternos, bella dama”, y sin mirar hacia atrás, continuó su camino.
MIRADA PERDIDA
Mis ojos, hechos a sus formas y a sus labios de
perenne grana. Mis ojos que vestidos de gala husmearon en los palacios,
buscándola en la imaginación y el compromiso de Scherezade; en la belleza y la
soberbia de Cleopatra; en la voluptuosidad y la lujuria de Ana Bolena. Mis
ojos, que descalzos recorrieron la tierra tras los campos de cebada de su
cuerpo, peinados por el viento, mientras el sol los hacía trigueños para
entregarlos a mi gusto en los jarros de cerveza de la eterna bohemia o en el
trago de whisky que enerva los sentidos en nuestras noches de pasión.
Esos, mis ojos, se quedaron extasiados en los suyos,
buscando detrás de su mirada los vestigios de ese amor esquivo que se camufla
en negaciones, conveniencias y caprichos. Ella, sorprendida, tal vez
intimidada, solo acertó a preguntar ¿Por qué me miras con esos ojos de loco? Y
se perdió en la noche, detrás de otras pupilas que nunca aprenderán a mirarla
como yo.
EL AUTOR
Comunicador social, poeta y
escritor, nacido en Bogotá, radicado hace más de veinticinco años en
Gachancipá, Cundinamarca. Desde sus inicios en el oficio de las letras ha
promovido los textos cortos y la síntesis de las ideas, como una manera de
expresar su propuesta literaria. En 1976 publica en Quito, Ecuador, un libro de
poemas epigramáticos acompañados con un gráfico, también de su autoría, con el
nombre de “48 Poemas de pared”. En 1986 gana el primer premio en el Concurso de
narrativa corta universitaria de la Universidad de Cundinamarca (UDEC) y dos
años más tarde aparece en la publicación “La Historia de las estatuas y otros
cuentos” editada por la UDEC y Editorial Migema, su cuento ganador, “La
desgracia de haber tantos Garcías”. Nunca volvió a publicar, a pesar de tener
dos libros de poemas listos para edición (“Sobrevivientes de la vida” y “Siete
pecados y el olvido”). Es también historiador, fundador y presidente del Centro
de Historia de Gachancipá.
Confiesa que su intención al
producir microrrelatos, apotegmas y epigramas es la de rescatar para la
minificción el romanticismo que ha ido perdiendo la expresión y que ha
encontrado en la virtualidad otra manera de llegar a un auditorio ávido de
textos breves. Últimamente dedica gran parte de su proceso creativo a producir
micro prosa poética.
4 comentarios:
Hermosos
Montemonos en el tren a Neptuno, quedando con la mirada perdida, dirigiendo ella, palabra a la coopropiedad con la mirada perdida a la matadora bella en diciembre. Que bellos fragmentos de tu gran obra.
Abrazos, tu sobrino César.
Miguelito, felicitaciones! Un nuevo reconocimiento a tu ingenio, a esa forma hermosa de describir sentimientos y realidades. Un abrazo de tu hermana Geña
Gracias.
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