Pía Barros (Chile)
Juega con las letras, las deslee con
las yemas de los dedos, las apila en montones sobre el mantel de la tristeza.
Así, cada tarde y cada noche desmenuzando cotidianos abandonos. A ratos, se adhiere alguna letra a la piel,
pero caen sin mover ni un ruido.
La escritora no desfallece en sus
afanes hasta que, por fin, esa noche ordena la palabra fuga y se abraza a su
grafía.
El amanecer da de lleno en una casa
abandonada.
SUBVERSIVOS
Patricia Nasello (Argentina)
—Te instruirán en el arte de la
escritura.
Ciego, pasa la yema de los dedos
sobre la tabla de arcilla, pero su ancianidad sólo le permite reconocer algunos
signos.
No me inquieta, cierto narrador,
joven piel de sándalo, ya está sembrando mis mundos en los oídos del pueblo.
Lorena Escudero (España)
No leía en voz alta desde la infancia, pero aquel libro invitaba a hacerlo. A los pocos días, además, descubrí que la figura de la escritora se materializaba en la habitación cuando lo hacía. Como un juego de invocación, mi boca paladeaba sus versos y ella se mordía los labios desde la esquina del cuarto. Leía cada noche por el placer de admirar sus reacciones, verla sufrir o disfrutar con lo que en su día engendró. A veces repetía durante horas el texto que parecía excitarla más, entonando con énfasis, memorizando para poder observarla al recitar. Creyendo entender. Hasta aquel poema, que parecía inofensivamente igual a los demás, pero que contenía toda la obsesión. Algo que se me escapa y hace que lo lea mal, y que ella se enfade y, sin hablar, con ojos aterradores, sujete mi brazo, me impida pasar la página. Me obliga a leer de nuevo, en voz alta, una y otra vez. Desde hace mil noches: este poema, y yo, y su fantasma.
Lorena
Escudero Incisiones, Quarks Ediciones Digitales, 2020
CREANDO UNIVERSOS
Paola Tena (México)
En mi set de sellos, tres únicas palabras: mujer, casa, árbol. Estampados
una vez, cuentan la historia de la estudiante que vive en un apartamento,
acompañada de un bonsái. Varias mujeres, una casa, un árbol, y surge la
tragedia de Bernarda Alba. Mujeres, casas, árboles, y sus vidas entrelazadas en
un humilde vecindario despiertan mi morbo. Una mujer, una casa, multitud de
árboles, y pienso en la ermitaña orando en un bosque. Así paso tanto tiempo,
que sospecho la existencia de un sello con mi nombre en el imaginario de
alguien que, como yo, también juega a crear universos.
EL PODER DE LA ESCRITURA
Ildiko Nassr (Argentina)
Ella era un personaje secundario en su historia, pero era muy ambiciosa y
quería convertirse en protagonista. Para ello, escribía. Escribía la historia
de amor que alguna vez vivirían.
Creía fervientemente en el poder premonitorio de la escritura.
Escribía para que sus palabras conduzcan a la acción y transformen la
realidad.
INMORTALIDAD
Zulay Pinto (Colombia)
La muchedumbre, entre incrédula y febril, se reúne frente a la Torre de Londres que, en contra de lo habitual, abre sus puertas. Adentro, hombres, mujeres y niños se empiezan a aglutinar peligrosamente, unos casi encima de otros, con tal de no perder ningún detalle de la ejecución. Cuando la noble, de cabello azabache, sube placida y altiva al cadalso, estallan los insultos y los gritos. Ha sido condenada por brujería, traición e incesto. Se dice que es demasiado inteligente para tratarse de tan solo una mujer y que gracias a sortilegios, conjuros y al uso perverso de sus encantos, consiguió que el rey enloqueciera y gobernara para ella; asimismo, se rumora que sus entrañas se encuentran malditas para el santo deber de engendrar un varón. En el entablado, es recibida por un verdugo importado desde Francia como experto en el arte de la decapitación por espada, lo que demuestra la misericordia del soberano. Llegado el momento, las afligidas damas de honor proceden a retirar la capa de armiño y el collar del cuello de la señora; pero antes de que le venden los ojos, la reina voltea por última vez hacía la ventana donde una niña pelirroja observa. Ana Bolena sonríe, a través de ella vivirá.
EN PEDAZOS
Angélica Santa
Olaya (México)
María no quiso
aprender costura como las demás niñas de su edad. Aprendió a leer y a mirarse
en el espejo sin engaños. Cuando el espejo se rompió en pedazos, abrumado de
muerte y verdad, ella supo que estaba lista para parir, al fin, al hijo más
sincero, el que nunca moriría. Su apellido era Shelley.
Norma Yurié Ordóñez (Guatemala)
En el sueño la niña deambula en medio de breñas y tormentas de arena. La acompaña una sacerdotisa que le enseña a registrar el movimiento de los cuerpos celestes y a escribir sus obras en arcilla húmeda. Antes de despedirse, la niña nota que ambas figuras se funden. La anciana le muestra cómo tallar en sus escritos: Enheduanna.
LETRAS QUE AVANZAN
Kristina Ramos (Perú)
Las ideas aparecían en mi mente unas detrás de otras, como una cascada que no tenía final. No había un horario fijo. Podía ser por las mañanas al abrir los ojos o junto al aroma del café. Por las tardes rumbo a la universidad, en las calles o en el bus. Por eso siempre cargaba en mi mochila una libreta y un lápiz para atrapar cada voz que se instauraba en mi cabeza, aunque la mayor parte de las veces aparecían en la eternidad de la noche, ahí donde se guardan celosos los deseos. Este fenómeno se volvió constante. Como una sombra que me seguía a todas partes. Sin embargo, me agradaba que las voces me susurraran en secreto las letras precisas para tejer textos. Siempre una página distinta en la soledad de mis días y como por arte de magia, las frases se unían formando cadenas. Cuando me di cuenta no podía parar, las letras avanzaban y la cantidad de papeles acumulados me revelaban la existencia de un don que ardía en mi interior, que se movía entre fantasmas, entre demonios y la apacible muerte. Ahora soy consciente del arte que llevo en la punta de los dedos, en lo impensable del silencio y en lo profundo de mi lúgubre corazón. Las voces continúan su trabajo y no puedo vivir de otra manera. Amo estar inmersa en la profundidad de las palabras en medio del caos. Así como respiro: Escribo.
PADRE
Eliana Soza Martínez (Bolivia)
Era el aniversario de su muerte. Pasaron años en los que alejó las memorias dolorosas. Hoy, en especial, todo le recordaba al hombre que le dio la vida. Ni siquiera podía pronunciar la palabra padre. Nunca lo fue, por lo menos para ella. Sí para sus cinco hermanastros. Odiaba verse de pequeña, imaginando ser salvada por él.
La última vez que lo vio ya era un anciano que no podía caminar y aun ahí la hirió, reprochando su olvido, como todas las veces que tenían contacto. ¿Por qué lo seguía admitiendo en su vida? En el fondo porque albergaba la esperanza de ser amada y aceptada por aquel hombre.
Por eso, cuando logró convertirse en lo que él siempre soñó ser, lo llamó. Escuchó su tos seca que no lo dejaba hablar. «Mejor», se dijo. Le restregó su triunfo de escritora, sus premios, los viajes; disfrutó el último sollozo al otro lado del teléfono y colgó. Nunca más supo de él hasta un día como hoy, al leer el obituario de su muerte. Para celebrar, decidió escribir un cuento, en tercera persona, sobre un padre y una hija.
ATENCIÓN FLOTANTE
Karla Barajas (México)
Tengo
la capacidad de realizar cualquier tarea mientras trabajo en un texto. Hacer el
desayuno, caminar, escucharte. Desde luego, se me queman los huevos en la
sartén, me he salvado más veces que un gato de ser atropellada y aprendí a
decirte: “ajá” cuando platicamos porque rara vez te escucho. Soy la peor ama de
casa del mundo entero, lo sé, porque me gusta habitar mis textos, dejarlos
pulidos hasta que cada microrrelato esté perfectamente escrito en mi
imaginación, porque jamás me alcanza el tiempo para sentarme a escribir.
Estoy tan harta de ti, de la casa, que no
escuché cuando me preguntaste: “¿Apagaste la estufa?”. Lamento que se quemara,
que encontráramos las cenizas de nuestro hogar flotando, como mi atención, como
mis sueños de ser escritora. Quizás ahora que no tengo un marido parloteando el
día entero, pueda sentarme a escribir.
“Ajá”, te digo en voz alta.
HEDONISMO ESCRITURAL
Luz Marina Vergara (Chile)
Pantalla blanca, verdana 12, los dedos en el
teclado negro, espalda erguida, silencio. Inspiro y espero. Aparece una palabra
de la mano de otra. No fueron invitadas. Las borro.
El pulsor lleva dos, tres minutos
latiendo en medio de la nada. Se conecta con mi pulso y comienza el juego. Una
frase, un verbo, un gerundio que molesta, una enumeración que me seduce.
Y luego el éxtasis. Podo, sustituyo, renuncio, reescribo, titulo, pero el microcuento nunca está listo. Vuelvo a empezar.
(En Gestos escriturales, antología de microficción,2020, Ediciones
Sherezade, Asterión Ediciones, Santiago, Chile)
NOVELISTA
Patricia Dagatti (Argentina)
Jamás
estuvo en sus planes casarse. Mucho menos ser madre. Prefirió habitar los
suburbios destinados a los seres inferiores. Sin embargo, dada la capacidad de
resistir que la caracteriza, de la obstinación por emerger, a último momento la
escritora le tiende la mano. Al inicio del último capítulo, introduce de manera
magistral el personaje de la editora audaz, crucial para rescatarla del
anonimato. La suerte de su protagonista la conmueve a tal punto que se niega a
apagar el ordenador. No le importa llegar tarde a la cama. Ni está dispuesta a
padecer otro día de interminables tareas domésticas. Impelida por su obra,
decide encarnar, de una vez por todas, su propio personaje.
NO RECUERDO MI NOMBRE
Sandra Concepción Velasco (Bolivia)
No
soy como las demás personas, dicen que soy esquizofrénica catatónica, a la
gente no le agrado porque soy diferente, me temen. Intento encajar, dicen que
no soy normal. ¿Qué harías si pudieras ver tus miedos? ¿Qué tal vivir en un
mundo caótico que sólo tu percibes? Parece alucinante, pero no lo es. Debo
convivir con voces que salen escupidas de mi cerebro y otras bocas que vagan en
un espacio espectral que me tocan como puerta abierta. Trato de ignorarlos,
pero no lo consigo. Mi mundo no está al revés, está de lado. ¿Tal vez fui
parida por Lilith? o Tal vez tú eres la cría de Lilith Y yo soy sólo alguien
despierta.
CONTRA VIENTO Y MAREA PALABRAS CONTRA EL OLVIDO
Dina Grijalva (México)
Nunca me he sentido más
letrada, nunca he sentido más reverencia por el estado
de mi inquietud, por esa comezón diaria en
carne propia que me da el escribir.
Decimos al hacerlo casi en voz alta lo que las
pequeñísimas células interiores
nos dictan. El dedo, la mano que hace la letra
son la alegría de nuestros ojos,
casi como el cepo, pues si se pudiera gritar y
escribir se gritaría: ¡Ya lo tengo,
ahí te quedas, te atrapé
por fin! El escribir puede dejarnos tan exhaustos
como una noche de amor. A veces parece que la
mano corre, corre y canta.
Fui expulsada del Colegio del Sagrado Corazón por llorar a destiempo y
leer libros prohibidos. De mis manos jóvenes escaparon algunos cuentos para
soñar y una bella del mal amor. Amar a un poeta fue mi perdición: la luz de su
fama oscureció mi imagen, fui casi olvidada. Lo mío fue ir contra viento y
marea jugando un juego limpio en un mundo oscurecedor de lo femenino. Salvé a
las Meninas de la barbarie. Escribí, dirigí y actué en el teatro de la
libertad. Amé la libertad y escribir era en mí una enfermedad incurable. Veinte
libros salieron de mis manos como marineros de abril.
Salvé mi vida viviendo
en Orán, Buenos Aires y Roma, cuando los asesinos de la república tanto daño
hizo. Plasmé en papel mi memoria de la melancolía antes de que los vapores de
la desmemoria habitaran mi alma.
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