El afecto prohibido
TEDDY BACA
Se
dice que la
periferia latinoamericana es
más expresiva y afectiva, pero no es así: consuelo; nos acomodan a
manifestar agresividad y en
cuanto a hombres
se refiere, el
afecto es limitado
y castigado, por consiguiente
el homoerotismo masculino prohibido en la
cultura. Han pasado siglos
desde que la
colonia española eclipsó en
diferentes repúblicas más
o menos independientes, pero
la colonialidad como tal
permanece, la misma que
dice que un
hombre no puede
llorar, no puede demostrar afecto
por otros hombres
y menos deseo
sexual. A veces me pregunto
si esta rigidez
es por simple
fachada religiosa o esconde
algo más, como
si las élites y
civiles homófobos tuviesen un
conflicto interno sin
resolver, lo que
los lleva a perseguir
y censurar, como
si tratasen de
huir de una
parte de ellos mismos
con la que no pueden lidiar.
El
deseo que pueden
tener dos o
más hombres entre
sí tiene un valor tan
revolucionario en estos
países, que el
sólo mencionarlo es capaz
de hacer sentir
incómodo a los
que imponen las leyes: un
placer que la
mayoría sigue la clandestinidad y con miedo; disfrutando en ese
temor a no
volver a ver
la luz del día,
a no poder
sentir el afecto
de la pareja,
o de la
familia, sólo porque la
existencia del hombre gay o
bisexual es desechada para todo
aquel que antepone
un modelo de
vivir, arbitrario, cruel
y supuestamente divino.
*Tegucigalpa, Honduras, 30 junio
de 1995. Es psicólogx,
escritor desde el 2018
sobre diferentes géneros
como la crítica
social, novelas y compilación
científica.
Medusa
STAFF CÁRDENAS
Sus ojos veían fijamente al espejo, esa noche cambiaría el mito: Medusa cortaría la cabeza de Perseo. A pesar de que su madre lo envió a esconder a la Medusa dentro de su ser , aprendió que a nadie se le debe castigar por haber sido violado. Medusa no se tendría que esconder. Medusa podría ser feliz aunque estuviera sola. Por la noche, se armó con un labial rojo y serpientes castañas que caían intricadas como rizos sobre sus hombros. El primer ataque fue pararse firmemente en la sala, y funcionó, pues el enemigo no supo qué hacer: su familia se quedó en silencio, observándola. Y en medio del silente espacio aclaró su garganta: Tengo algo que decir.
*Nació
en el puerto
de Veracruz, México,
pero radica en
Tijuana. Es licenciada en
Lengua y Literatura
de Hispanoamérica. Le
gustan los taquitos y el aguacate;
su trabajo ha
sido publicado en
antologías de relatos LGBTQ+.
Ustedes dos
CLAUDIA CORTALEZZI
Pasado el festejo colectivo de Navidad, pasada
la pesadísima confesión de su amor ante familiares, amigos, compañeros de
trabajo, vecinos y otros conocidos y menos conocidos, ellos ya no fueron sino
Ustedes Dos. Y acaso ese cambio, esa unificación que les confirió el entorno —o
la inmensa felicidad que les desearon—, hizo que llegado el momento Ustedes Dos
no quisieran desilusionar a nadie, y poco después dejaron de ser ellos
mismos.
*Nacida en Argentina en 1965. Escritora,
editora, compiladora. Coordina talleres literarios. Integra el laboratorio de lectura
crítica #MicroLee. Libros: Una simple palabra, Distrito territorial
San Telmo, Entrañable, Abrirse paso, In excelsis, No
ser o ser.
Malas palabras
LORENA DÍAZ MEZA
Yo no quiero na’ tortilleras aquí. Lejitos de
mi casa las mariconas. Depravada de mierda, mire que andar besuqueándose con
otra chiquilla. Dónde se había visto tanta cochiná junta. En mi casa no, rota
de mierda. Degenerada, si hubiese sabido que naciste torcida, jamás te hubiese
parido. Sal de aquí.
La mujer se ahoga con la maraña de malas palabras atoradas en su garganta y no puede soltar el llanto que la convulsiona cuando el policía le avisa que la adolescente que apareció ahorcada en el patio trasero del colegio era su niña.
*Santiago de Chile, 1985. Licenciada en Letras
y profesora de Lenguaje. Ha publicado Bajo llave, Príncipe busca
princesa, Sangre en el ojo y Piratas de ciudad, entre otros.
Monitora de talleres literarios. directora de Ediciones Sherezade.
Me llevo el gato
NICOLE MEMBREÑO CHÍA
Recuerdo cuando nos conocimos, Nadia. Entraste
como torbellino y ordenaste un espresso cortado. Me cautivaron tus ojos
oscuros, dos lunas menguantes asomándose sobre la mascarilla.
“Soy Celina, si necesitas algo me avisas”.
Tenía el hábito de fumar en mi
receso, contemplar desde la calle a las gentes enmascaradas; hay algo
profundamente solitario de estar cubierta hasta la coronilla. Pensaba en los
que aún soplan velas sobre el pastel, en la ansiedad de morirme sin aprender
nada; en tus ojos cafés y en sacar tu nombre de la factura para buscarte por
Insta.
“Hola, Celina, ¿tienes fuego?”.
Te ofrecí mi encendedor de arcoíris
y te echaste a reír.
“Me llamo Nadia. Eres muy bonita”.
En ese momento fulminante nunca
imaginé lo que vendría; un vaivén de besos, de noches eternas esperando tus
llamadas, tus dedos, tu boca, tus “¿eres mía?”. Lo soy, lo era, y jamás pensé
que serías semejante dolor de tetas, de corazón, de espina. Ay, Nadia, te me
escurres y sólo me quedan de ti las esquinas.
Esta vez no te perdono, te lo juro,
ya no puedo con esta vida. No más incertidumbre, no más libros volando sobre mi
cabeza, no más de tu temperamento volátil, no más de tu lengua entre mis
rodillas. Estoy enculada pero no tonta, Nadia, bórrate de mí hasta las
semillas; cuando encuentres esta carta ya me habré marchado, no me busques, ya
no te amo. Me freíste la bondad. Me voy, y me llevo el gato.
*San Salvador, El Salvador, 15 de
febrero de 1988. Escritora, poeta, feminista y activista LGBTTIQ+. Con cuentos
publicados en la antología El territorio del ciprés (Índole Editores,
2018), y la antología centroamericana Mujeres al centro (López, 2019).
11
NANA RODRÍGUEZ ROMERO
Nunca
supo por sus manos
o sus actitudes lo que
era la agresión, hasta que un día,
en su a dolescencia, el
orientador del colegio preocupado por
sus tendencias homosexuales,
le inyectó testosterona para
hacerlo macho. Allí
conoció la agresividad.
Las hormonas le encendieron
la fiera que
dormía dentro de
él. En algún compartimiento de
su niñez, ese
instinto se quedó agazapado; por
eso las burlas,
las piedras, los
comentarios, los golpes bajos: La huida.
Ahora recuerdo que en una ocasión cuando fui donde el médico para una revisión, me preguntó por mis hijos, mi vida sexual y su frecuencia. Tuve que confesar mi realidad; entonces ya no quiso indagar más y me observó por encima de sus anteojos.
* Colombia,
1956. Ha publicado
minificciones en diversas
antologías de carácter nacional
e internacional. Entre
sus publicaciones en
minificción: La casa ciega
y otras ficciones, Efecto mariposa, El astrolabio, Los elementos. Docente de
la Universidad Pedagógica
y Tecnológica de
Colombia.
Rumbeando
RICHARD VILLALON
Luego de
aquellas tardes contando
coches ima ginados, los
chutes hormonales, de la
vaginoplastia, quería salir
de casa dignamente. Encontré un
aviso. Una inmobiliaria
ofrecía inmejorables
condiciones, limpiando viviendas
embargadas. En la
primera casa encontré medio
quemado un cuaderno.
El dueño, antes
de salir de la
casa, llevaba una
especie de Diario.
Recomendaba nunca leerlo a
solas. Mi padre
riéndose de mis
estudios de Arte,
apenas lo leyó comenzó
a rascarse como
un mono, luego
a toser, declarando la
independencia de sus
huesos. Enfebrecido pintó en el
techo de la
casa la Creación
de Miguel Ángel,
con su compadre Evaristo enseñando
parte de sus
partes. Lo llevamos
al área de Psiquiatría y
siguió bautizando pájaros,
animales breves con
los nombres de sus
enemigos para acelerar
sus muertes. Una
vecina sugirió dejarlo en
un bar, se
curaría con la
realidad. A pesar
de sus golpes, insultos
y maldiciones, lo
visito insistiendo que
deje de llamarme Juanito.
*Perú. Cantante, escritor,
actor. Exilios e
historias gays publicadas
en medios de Perú.
México y España. Publica en
distintos medios y ha
publicado un libro Cantando en
Papel de Ediciones en
Huida.
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