> Letras Itinerantes: (114) Oswaldo Castro Alfaro

lunes, 27 de septiembre de 2021

(114) Oswaldo Castro Alfaro

 



EL CUERPO

Tú: Allí colgado, al balancearme con el viento las ramas me arañaron los brazos y piernas. Soporté el frío que rajó mis mejillas, toleré en silencio la dureza de la noche solitaria y no me asustó el cricri de los grillos.  Apreté los labios, frustrado.

Yo: Nunca llegué para consolar la inocencia de un niño y los días te adoptaron como parte del paisaje hasta integrarme en el olvido del presente.

Tú: Nadie bajó mi cuerpo y el tiempo lo pudrió, convirtiéndolo en espantapájaros, luego en ropa tendida y finalmente lo dejó volar.

Yo: Traté de alcanzarte, pero el peso de mis hojas podridas impidió levantar vuelo y seguirte.

 

SONIDO DESCONOCIDO

         El sonido viene de alguna parte. Es un ruido diferente, entre silbido y detonación. Giro la cabeza para identificar por cuál calle aparecerá. Doy la vuelta sobre mi eje y creo que está detenido en alguna parte de la vereda, es lo que parece.

De pronto un hilillo rojo desciende por mi pectoral izquierdo. Al comienzo es una sensación desconcertante, luego preocupante y finalmente, antes que la visión se nuble y el mundo gire a mi alrededor, me agacho para verme saliendo del restaurante.

Sí, el mismo local que está a una cuadra de la agencia bancaria.

 

 CORTAR CAÑA DE AZUCAR

El golpe del machete afilado me decapita. Mi mujer alcanza a cogerme de un brazo para no caer sobre el suelo. Quedo arrodillado y del cuello brota la vida que se va.

Mi cabeza rueda hasta el otro lado de la zafra y descansa mirando al sol. La tibieza de la mañana no me indica si estoy bebiendo ron o diciéndole una frase a mi negra.

 

LA MAYOR DE TODAS

                Gaby está próxima a morir. Luego de visitarla, el doctor pronunció la fatal sentencia: “Es probable que muera antes del atardecer”.

                Sus hermanas montaron guardia para consolarla y vigilar los minutos finales. Fue un simple protocolo porque la mayor de mis hijas, condenada desde el nacimiento por un mal congénito, no se dio cuenta del amor que recibía.

Durante quince años mi adorada hija ocupó la mayor parte de su vida entrando y saliendo de clínicas. La llegada de sus hermanas atemperó el pesimismo y aire apesadumbrado que siempre rodeó el ambiente familiar. Cuando Gaby se recuperaba, mis hijas menores celebraban el acontecimiento y transformaban la casa en un recinto festivo hasta que nuevamente caía enferma. Así transcurrió el tiempo y nos acostumbramos a los vaivenes de su enfermedad.

                Falta poco para las seis de la tarde y tal como el doctor vaticinó, Gaby expira. Su desconexión con la realidad no permitió que observara las muestras de dolor y resignación- Tampoco vimos  su mirada agradecida. Creemos que partió en paz, tranquila y en la comodidad de su cama.

                Enterramos a Gaby y poco a poco la casa recupera el normal ritmo de cuando estaba sana. En las noches, a veces, siento que su lengua lame mi rostro.

 

LA VACA Y YO

                Anoche llovió mucho y se llevó el pueblo. Dos días atrás habíamos visto el horizonte con gruesos nubarrones y a nadie le importó. En esta época del año son infrecuentes las lluvias intensas y no hicimos caso. Un día después nos alarmamos cuando los campesinos anunciaron el crecimiento desmedido del río. Aun así, seguimos sin preocuparnos.

Hoy me encuentro navegando el río, cogido del cuerno de una vaca. Intentamos mantener las cabezas a flote, pero el caudal es tan grande que nuestras vidas corren por el medio del lecho. Por un costado pasa el cadáver de mi padre. El de mi madre surge de entre las aguas; voltea la cabeza, veo sus ojos marrones y un gesto de tranquilidad. Luego desaparece y atrás de ella vienen mis hermanos, en una fila ordenada de mayor a menor tamaño. Los veo resignados, yendo a reunirse con mis padres. La vaca empieza a ahogarse, muge y me pide perdón. De un tirón libera el cuerno y queda librada a su destino. Estoy a merced de la correntada y el remolino me espera metros más adelante. Cierro los ojos y pronto la familia se reunirá en un mundo feliz.

 

AMOR A SEGUNDA VISTA

El show room tecnológico le mostró al amor de su vida. El androide última generación le rompió el corazón. Perdedora consuetudinaria en los lances amorosos, Romina dejó atrás las pesadillas sentimentales y lo adquirió.

Una semana después el portentoso robot llegó, tal como lo solicitó al fabricante. Lo llamó Adrián y pesaba ochenta kilos distribuidos en un metro con ochenta centímetros de piel canela, nariz recta y ojos castaños

 Adrián es el inútil perfecto para las labores hogareñas y la cocina. Para esos menesteres está Fresia, una cuarentona regordeta que huele a árnica por el reumatismo que padece. Además, arrastra una pierna debido a las várices causadas por sus ocho hijos. La mujer ve al robot, suspira y piensa que la patrona enloqueció. Se pregunta cómo es posible que una chica tan guapa y exitosa recurra a esos fantoches cuando lo que más hay en el mundo son hombres.

Romina instala a Adrián en el cuarto de huéspedes. Todavía no alcanzan la suficiente confianza para dormir juntos y tener sexo. Lo viste elegantemente y pasean por la ciudad. A bordo de su carro disfrutan de excursiones por la campiña o se asolean en las playas cercanas.

Adrián es un excelente conversador, ingenioso y la hace reír. Romina termina de enamorarse al escucharle decir que es la mujer más bella y sensual del mundo. El robot pronto ocupa el lado izquierdo de la cama y le brinda los encuentros sexuales que la dejan exhausta.

Una tarde, al volver de la oficina, Romina lee la nota pegada en la puerta de la refrigeradora: “Me fui con Fresia, encontré al amor de mi vida.”

 

INFANCIA SECUESTRADA

Un mediodía de febrero la columna terrorista ingresó al poblado. Lo tomó por sorpresa y proclamó su incorporación al partido comunista. El gobernador intentó una tibia defensa y fue ejecutado delante de todos. En el local comunal los subversivos escogieron niños entre seis y diez años de edad. Sin importarles el llanto desgarrador de los padres, once fueron secuestrados para ser adoctrinados en escuelas populares y luego integrar las células de aniquilamiento. Ese día mi destino y el de diez amigos cambió para siempre.

                Nuestra infancia transcurrió en chozas y casuchas desperdigadas en la profundidad de la selva. Aprendimos la doctrina marxista-maoísta y a odiar la sociedad capitalista. Entendimos las luchas de clases y a adorar a un líder que no conocimos y cuyo pensamiento introdujeron en nuestros cerebros inocentes. Para cristalizar las enseñanzas no importaba morir en el intento, matar semejantes o destruir propiedades. Nos convirtieron en piezas descartables para sus intenciones. Fuimos entrenados para pasar hambre, resistir el dolor e ignorar el sufrimiento ajeno. Hicieron de nosotros armas apocalípticas. En medio de esto, mi amor por María, luego camarada Victoria, crecía cada día.

 Estamos listos para debutar en la acción y esta noche atacaremos a la patrulla militar que pasará por nuestro territorio liberado.

El ataque es despiadado y demoledor. Capturamos cuatro efectivos y cada uno de nosotros, los nuevos integrantes de la columna armada, tiene su bautizo de sangre. Sin miramientos ejecuto el disparo sobre la cabeza de un sargento. Victoria degüella a un soldado y mis otros camaradas masacran con picos, machetes y palos a los restantes. El suelo se pinta de rojo y somos felicitados.

                Los años pasan y las fuerzas del orden capturan al líder terrorista y su cúpula maldita. Aplastan la subversión y mis amigos de la niñez mueren en diversas circunstancias. Soy el único que sigue vivo. Tras las rejas de la celda recuerdo la sonrisa de Victoria. Mi memoria borró el olor a pólvora, diluyó la espesura de las emboscadas y el color de la sangre pierde fuerza.

No sé si consiga salir vivo de acá.

Me alienta la idea que una vez libre, en la calle un carro me atropelle y me lleve hacia donde están los padres y hermanos que casi no disfruté.

 

EL AUTOR

Oswaldo Castro Alfaro: Perú, Médico. Administrador de Escribideces-Oswaldo Castro (Facebook), colaborador con Fantasmas extemporáneos (relatos cortos), Fantasmas trashumantes (mini relatos) y Fantasmas desubicados (micro relatos).

Publicaciones de cuentos y relatos en más de 50 portales, páginas web, columnas y revistas digitales peruanas y extranjeras. Publicaciones en físico. Menciones honrosas y premios literarios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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