EL CUERPO
Tú: Allí colgado, al balancearme con el viento las ramas me arañaron los
brazos y piernas. Soporté el frío que rajó mis mejillas, toleré en silencio la
dureza de la noche solitaria y no me asustó el cricri de los grillos. Apreté los labios, frustrado.
Yo: Nunca llegué para consolar la inocencia de un niño y los días te
adoptaron como parte del paisaje hasta integrarme en el olvido del presente.
Tú: Nadie bajó mi
cuerpo y el tiempo lo pudrió, convirtiéndolo en espantapájaros, luego en ropa
tendida y finalmente lo dejó volar.
Yo: Traté de
alcanzarte, pero el peso de mis hojas podridas impidió levantar vuelo y
seguirte.
SONIDO DESCONOCIDO
El
sonido viene de alguna parte. Es un ruido diferente, entre silbido y
detonación. Giro la cabeza para identificar por cuál calle aparecerá. Doy la
vuelta sobre mi eje y creo que está detenido en alguna parte de la vereda, es
lo que parece.
De pronto un hilillo
rojo desciende por mi pectoral izquierdo. Al comienzo es una sensación
desconcertante, luego preocupante y finalmente, antes que la visión se nuble y
el mundo gire a mi alrededor, me agacho para verme saliendo del restaurante.
Sí, el mismo local
que está a una cuadra de la agencia bancaria.
CORTAR CAÑA DE AZUCAR
El golpe del machete
afilado me decapita. Mi mujer alcanza a cogerme de un brazo para no caer sobre
el suelo. Quedo arrodillado y del cuello brota la vida que se va.
Mi cabeza rueda hasta el
otro lado de la zafra y descansa mirando al sol. La tibieza de la mañana no me
indica si estoy bebiendo ron o diciéndole una frase a mi negra.
LA MAYOR DE TODAS
Gaby está próxima a
morir. Luego de visitarla, el doctor pronunció la fatal sentencia: “Es probable
que muera antes del atardecer”.
Sus
hermanas montaron guardia para consolarla y vigilar los minutos finales. Fue un
simple protocolo porque la mayor de mis hijas, condenada desde el nacimiento
por un mal congénito, no se dio cuenta del amor que recibía.
Durante quince años mi
adorada hija ocupó la mayor parte de su vida entrando y saliendo de clínicas.
La llegada de sus hermanas atemperó el pesimismo y aire apesadumbrado que
siempre rodeó el ambiente familiar. Cuando Gaby se recuperaba, mis hijas menores
celebraban el acontecimiento y transformaban la casa en un recinto festivo
hasta que nuevamente caía enferma. Así transcurrió el tiempo y nos acostumbramos
a los vaivenes de su enfermedad.
Falta
poco para las seis de la tarde y tal como el doctor vaticinó, Gaby expira. Su
desconexión con la realidad no permitió que observara las muestras de dolor y
resignación- Tampoco vimos su mirada
agradecida. Creemos que partió en paz, tranquila y en la comodidad de su cama.
Enterramos
a Gaby y poco a poco la casa recupera el normal ritmo de cuando estaba sana. En
las noches, a veces, siento que su lengua lame mi rostro.
LA VACA Y YO
Anoche llovió mucho y se llevó el pueblo. Dos días atrás habíamos visto el horizonte con gruesos nubarrones y a nadie le importó. En esta época del año son infrecuentes las lluvias intensas y no hicimos caso. Un día después nos alarmamos cuando los campesinos anunciaron el crecimiento desmedido del río. Aun así, seguimos sin preocuparnos.
Hoy me encuentro navegando el río, cogido del cuerno de una vaca.
Intentamos mantener las cabezas a flote, pero el caudal es tan grande que
nuestras vidas corren por el medio del lecho. Por un costado pasa el cadáver de
mi padre. El de mi madre surge de entre las aguas; voltea la cabeza, veo sus
ojos marrones y un gesto de tranquilidad. Luego desaparece y atrás de ella
vienen mis hermanos, en una fila ordenada de mayor a menor tamaño. Los veo
resignados, yendo a reunirse con mis padres. La vaca empieza a ahogarse, muge y
me pide perdón. De un tirón libera el cuerno y queda librada a su destino.
Estoy a merced de la correntada y el remolino me espera metros más adelante.
Cierro los ojos y pronto la familia se reunirá en un mundo feliz.
AMOR A SEGUNDA VISTA
El show room tecnológico le mostró al amor de su vida. El androide última generación le rompió el corazón. Perdedora consuetudinaria en los lances amorosos, Romina dejó atrás las pesadillas sentimentales y lo adquirió.
Una semana después el portentoso robot llegó, tal como lo solicitó al fabricante. Lo llamó Adrián y pesaba ochenta kilos distribuidos en un metro con ochenta centímetros de piel canela, nariz recta y ojos castaños
Adrián es el inútil perfecto para las labores
hogareñas y la cocina. Para esos menesteres está Fresia, una cuarentona
regordeta que huele a árnica por el reumatismo que padece. Además, arrastra una
pierna debido a las várices causadas por sus ocho hijos. La mujer ve al robot,
suspira y piensa que la patrona enloqueció. Se pregunta cómo es posible que una
chica tan guapa y exitosa recurra a esos fantoches cuando lo que más hay en el
mundo son hombres.
Romina instala a Adrián en el cuarto
de huéspedes. Todavía no alcanzan la suficiente confianza para dormir juntos y
tener sexo. Lo viste elegantemente y pasean por la ciudad. A bordo de su carro
disfrutan de excursiones por la campiña o se asolean en las playas cercanas.
Adrián es un excelente conversador,
ingenioso y la hace reír. Romina termina de enamorarse al escucharle decir que
es la mujer más bella y sensual del mundo. El robot pronto ocupa el lado izquierdo
de la cama y le brinda los encuentros sexuales que la dejan exhausta.
Una tarde, al volver de la oficina,
Romina lee la nota pegada en la puerta de la refrigeradora: “Me fui con Fresia,
encontré al amor de mi vida.”
INFANCIA SECUESTRADA
Un mediodía de febrero la columna terrorista ingresó al poblado. Lo tomó
por sorpresa y proclamó su incorporación al partido comunista. El gobernador
intentó una tibia defensa y fue ejecutado delante de todos. En el local comunal
los subversivos escogieron niños entre seis y diez años de edad. Sin
importarles el llanto desgarrador de los padres, once fueron secuestrados para
ser adoctrinados en escuelas populares y luego integrar las células de
aniquilamiento. Ese día mi destino y el de diez amigos cambió para siempre.
Nuestra infancia transcurrió en chozas y casuchas desperdigadas en la profundidad de la selva. Aprendimos la doctrina marxista-maoísta y a odiar la sociedad capitalista. Entendimos las luchas de clases y a adorar a un líder que no conocimos y cuyo pensamiento introdujeron en nuestros cerebros inocentes. Para cristalizar las enseñanzas no importaba morir en el intento, matar semejantes o destruir propiedades. Nos convirtieron en piezas descartables para sus intenciones. Fuimos entrenados para pasar hambre, resistir el dolor e ignorar el sufrimiento ajeno. Hicieron de nosotros armas apocalípticas. En medio de esto, mi amor por María, luego camarada Victoria, crecía cada día.
Estamos listos para debutar en la
acción y esta noche atacaremos a la patrulla militar que pasará por nuestro
territorio liberado.
El ataque es despiadado y demoledor. Capturamos cuatro efectivos y cada uno de nosotros, los nuevos integrantes de la columna armada, tiene su bautizo de sangre. Sin miramientos ejecuto el disparo sobre la cabeza de un sargento. Victoria degüella a un soldado y mis otros camaradas masacran con picos, machetes y palos a los restantes. El suelo se pinta de rojo y somos felicitados.
Los años pasan y las fuerzas del
orden capturan al líder terrorista y su cúpula maldita. Aplastan la subversión
y mis amigos de la niñez mueren en diversas circunstancias. Soy el único que
sigue vivo. Tras las rejas de la celda recuerdo la sonrisa de Victoria. Mi
memoria borró el olor a pólvora, diluyó la espesura de las emboscadas y el
color de la sangre pierde fuerza.
No sé si consiga salir vivo de acá.
Me alienta la idea
que una vez libre, en la calle un carro me atropelle y me lleve hacia donde
están los padres y hermanos que casi no disfruté.
EL AUTOR
Oswaldo Castro Alfaro: Perú, Médico. Administrador de Escribideces-Oswaldo
Castro (Facebook), colaborador con Fantasmas extemporáneos (relatos cortos),
Fantasmas trashumantes (mini relatos) y Fantasmas desubicados (micro relatos).
Publicaciones de cuentos y relatos en más de 50 portales, páginas web,
columnas y revistas digitales peruanas y extranjeras. Publicaciones en físico. Menciones
honrosas y premios literarios.
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