El
sabor del tiempo
En el siglo XVII, M. de
Villager, angustiado por la oscuridad de la noche y la imposibilidad de
calcular el paso del tiempo en sus desvelos, inventó un reloj de tacto cuyas
manecillas marcaban las horas con un dispositivo que contenía el sabor de las
especias en lugar de los números.
Así Villager, si bien no
podía ver los números, se hizo un experto catador del tiempo. Una noche al
estirar la mano para saber qué hora era, se sorprendió pues no pudo reconocer
ese extraño sabor en uno de sus dedos.
Mucho después pudo
comprobar que el tiempo en su infinitud, a veces se hace empalagoso.
Ajedrez
Se dice que el juego del
ajedrez originariamente era una técnica de adivinación que interpretaba el
resultado de la batalla entre las fuerzas eternas del ying y del yang.
Más tarde en Praga, con
la humedad de un sótano como testigo, un hombre de ojos triste vislumbró el
ajedrez como un castillo habitado por reyes, damas, caballos y alfiles
invisibles, custodiados por peones sonámbulos y torres que no duermen. Mientras
en Buenos Aires, con fervor, un hombre de ojos que miran al infinito, poetizó
que Dios mueve al jugador y éste a la pieza...ahora, yo solitaria, en el
silencio de una ciudad sumergida, sobre mi cuadrícula de luces y de
sombras, veo cómo el caballo traza una ele movido por mi mano y, relincha como
una señal de la escritura de Dios, deseoso de que algún día esta secreta
partida pueda finalizar en tablas.
Al
pie de la letra
Un poeta críptico se hizo
famoso porque acostumbraba poner notas a pie de página a sus poemas.
Con el tiempo, los
lectores ansiosos compraban sus libros para gozar la poesía que brotaba
silvestre, de sus notas a pie de página.
Torres
del Silencio II
Tras el derrumbe, una polvareda de silencio se levantó
sobre la ciudad.
Las piernas de arcilla del gigante, quedaron al
descubierto. Los muertos en sus torres de eternidad aún no saben quién envió
los pájaros de fuego que apagaron su luz antes del mediodía.
Concepto de Identidad e Infinito
A Manuel Suárez
Al filo de la madrugada, rodeado de tratados de
astronomía, física cuántica y topología, con las manos sobre la frente,
asombrado ante la curvatura e infinitud del espacio, de los millones de soles y
de galaxias que pueblan el universo; los agujeros negros, la antimateria, el
tiempo, levantó los brazos aterrorizado y gritó a su compañera:
–¡Eloísa, Eloísa, no somos nada!¡No somos nada! Ella,
entre dormida y despierta le contestó:
–¡Claro, si usted siempre me ha negado! Y volteó la
espalda para continuar durmiendo.
Sueño
que sueña
Si se reunieran los sueños que los hombres tienen
durante un período determinado, se vería surgir, una imagen exactísima del
espíritu de ese período. Decía Hegel.
Anoche soñé que transitaba por una avenida. Al
detenerme frente al semáforo, un caballo brioso, batió la cola y encendió las
luces direccionales ubicadas justo en medio de sus flancos. El jinete que lo
montaba disparaba con frenesí a la luna.
A-Luna
Después de luchar toda la noche, el hombre recogió su
ropa húmeda de sal y se marchó. No pudo beber el agua de la luna.
LA AUTORA
Nana Rodríguez Romero.
Colombia. Escritora de poesía y minificción. Entre sus libros publicados se
encuentran: En poesía, Hojas en mutación, Lucha con el ángel, El bosque de los
espejos, El oro de Dionisios, La piel de los teclados, Vendimias del desierto.
En minifición: La casa ciega y otras ficciones, El sabor del tiempo, Efecto
mariposa, Juanatonio, Los elementos. Estudio literario: Elementos para una
teoría del minicuento. Seleccionada para
varias antologías nacionales e internacionales en poesía y minificción. Becaria
del Ministerio de Cultura y ganadora del Premio Nacional de poesía Ciro Mendía
2008. Trabaja como docente de Humanidades en la Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia.
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