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sábado, 7 de agosto de 2021

(109) Nana Rodriguez






El sabor del tiempo

En el siglo XVII, M. de Villager, angustiado por la oscuridad de la noche y la imposibilidad de calcular el paso del tiempo en sus desvelos, inventó un reloj de tacto cuyas manecillas marcaban las horas con un dispositivo que contenía el sabor de las especias en lugar de los números.

Así Villager, si bien no podía ver los números, se hizo un experto catador del tiempo. Una noche al estirar la mano para saber qué hora era, se sorprendió pues no pudo reconocer ese extraño sabor en uno de sus dedos.

Mucho después pudo comprobar que el tiempo en su infinitud, a veces se hace empalagoso.


Ajedrez

Se dice que el juego del ajedrez originariamente era una técnica de adivinación que interpretaba el resultado de la batalla entre las fuerzas eternas del ying y del yang.

Más tarde en Praga, con la humedad de un sótano como testigo, un hombre de ojos triste vislumbró el ajedrez como un castillo habitado por reyes, damas, caballos y alfiles invisibles, custodiados por peones sonámbulos y torres que no duermen. Mientras en Buenos Aires, con fervor, un hombre de ojos que miran al infinito, poetizó que Dios mueve al jugador y éste a la pieza...ahora, yo solitaria, en el silencio de una ciudad sumergida, sobre mi cuadrícula de luces y de sombras, veo cómo el caballo traza una ele movido por mi mano y, relincha como una señal de la escritura de Dios, deseoso de que algún día esta secreta partida pueda finalizar en tablas.

 

Al pie de la letra

Un poeta críptico se hizo famoso porque acostumbraba poner notas a pie de página a sus poemas.

Con el tiempo, los lectores ansiosos compraban sus libros para gozar la poesía que brotaba silvestre, de sus notas a pie de página.


Torres del Silencio II

Tras el derrumbe, una polvareda de silencio se levantó sobre la ciudad.

Las piernas de arcilla del gigante, quedaron al descubierto. Los muertos en sus torres de eternidad aún no saben quién envió los pájaros de fuego que apagaron su luz antes del mediodía.


 Concepto de Identidad e Infinito

A Manuel Suárez

Al filo de la madrugada, rodeado de tratados de astronomía, física cuántica y topología, con las manos sobre la frente, asombrado ante la curvatura e infinitud del espacio, de los millones de soles y de galaxias que pueblan el universo; los agujeros negros, la antimateria, el tiempo, levantó los brazos aterrorizado y gritó a su compañera:

–¡Eloísa, Eloísa, no somos nada!¡No somos nada! Ella, entre dormida y despierta le contestó:

–¡Claro, si usted siempre me ha negado! Y volteó la espalda para continuar durmiendo.

 

Sueño que sueña

Si se reunieran los sueños que los hombres tienen durante un período determinado, se vería surgir, una imagen exactísima del espíritu de ese período. Decía Hegel.

Anoche soñé que transitaba por una avenida. Al detenerme frente al semáforo, un caballo brioso, batió la cola y encendió las luces direccionales ubicadas justo en medio de sus flancos. El jinete que lo montaba disparaba con frenesí a la luna.

 

A-Luna

Después de luchar toda la noche, el hombre recogió su ropa húmeda de sal y se marchó. No pudo beber el agua de la luna.


 LA AUTORA

Nana Rodríguez Romero. Colombia. Escritora de poesía y minificción. Entre sus libros publicados se encuentran: En poesía, Hojas en mutación, Lucha con el ángel, El bosque de los espejos, El oro de Dionisios, La piel de los teclados, Vendimias del desierto. En minifición: La casa ciega y otras ficciones, El sabor del tiempo, Efecto mariposa, Juanatonio, Los elementos. Estudio literario: Elementos para una teoría del minicuento.  Seleccionada para varias antologías nacionales e internacionales en poesía y minificción. Becaria del Ministerio de Cultura y ganadora del Premio Nacional de poesía Ciro Mendía 2008. Trabaja como docente de Humanidades en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.

 

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