Nuestro
gato atrapa sombras que no vemos. Ayer apareció con la de un pájaro en la boca.
Nos la ofreció como trofeo y ahí sigue, a los pies de la cama, junto a las de varias
ratas, insectos y otros felinos derrotados en la batalla de la supervivencia.
Hoy sentí su mirada mientras me duchaba. Desde entonces noto sus ojos fijos en cada uno de mis movimientos. Mi mujer me repite que no me preocupe, mientras se recuesta en la cama y espera.
Tradición
Ella
hubiera preferido otra mujer para su benjamín. Una de esas que no se hacen
notar en las reuniones familiares. Alguien sin adjetivos.
Sabe
que su hijo se arrepentirá. Siempre se lamenta de lo que le rodea, como todos
los hombres de la familia.
La mira con descaro. Envidia sus formas y su estilo. Ese aire tibio que atrae las miradas de toda la familia, aunque disimulen, tosan y agoten conversaciones insípidas. Todos saben ocultar lo que no aparentan. Incluso ella, que de joven perdió la cabeza por una mujer igual.
Tic, tac
La niña con piernas de mujer espera. Sus muñecas murieron de aburrimiento hace mucho. Ella prefiere jugar con la ropa de sus hermanas mayores mientras desea que pase el tiempo como si fuera un resfriado. Tic, tac y seré mayor, repite. También sus piernas, que para entonces padecerán un reúma feroz por haber corrido tanto.
Sabiduría
A veces nieva sobre algunas calles de Japón mientras en las demás luce el sol. Un efecto natural que ocurre al concentrarse demasiados viandantes que pasean tristezas infinitas.
Pese a los neones repetidos, ninguna calle es idéntica a otra. Cada cual siente los pasos según su asfalto, aunque quienes residen en las más gélidas preferirían disfrutar de un clima más amable. Adoptar plantas que crecerían verdes en las ventanas en vez de contemplar la escarcha. Por ello colocan altavoces en plena calle con música de baile y reparten sonrisas bajo sus inmensos gorros de lana. En eso, los niños juegan a construir playas idílicas de nieve. Y crecen mientras simulan tomar el sol bajo palmeras de hielo. Solo los ancianos, acostumbrados a una vida glacial, preferirían que dejara de sonar la música para escuchar el silencio. Les irrita que las nuevas generaciones perturben el orden de las cosas y temen que las calles se enojen con todos ellos, pero ahí fuera nadie los escucha.
Murmuran
Ella
solo es una mujer que nada. Tierra adentro se ahoga. Por eso necesita acariciar
el mar y dejarse besar por las olas.
Una
vez fui sirena, confesaba de niña a sus amigas. Todas reían. Hoy la observan
tras el mostrador de la pescadería e intentan distinguir sus piernas. Le
dedican sonrisas falsas y reclaman peces cada vez más extraños. Ella los
consigue y los sirve sin escamas, mientras las amigas de la infancia murmuran
que sigue siendo un bicho raro.
Ella solo es una mujer que nada. Tierra adentro se ahoga.
La reina
Para
ella no hay nada como viajar en coches fúnebres. Observa con descaro las
miradas que suscita el reluciente vehículo. Ese respeto que despierta en
cualquier transeúnte y, sobre todo, le place percibir el afecto de los
desconocidos allá por donde pase.
Se siente la protagonista de un cuento en el que la carroza es sobria y elegante sin necesidad de saludar a nadie. Lo malo es que el trayecto siempre resulta demasiado breve. Tal vez debería mudarse. Alejarse lo más posible del camposanto para alargar el placer del recorrido. Y por supuesto, encontrar otro viudo con muchos hijos para asegurar más de un paseo sin que nadie la moleste.
La
ciega
A ella la siguen gatos que nadie ve. Los acaricia como a hijos no natos y les susurra historias inventadas. Los felinos invisibles pueblan su casa y arañan los sueños del vecindario. Muchos sufren pesadillas que se prolongan durante siete años. Después la ciega desaparece y los vecinos recobran sus sueños vacíos de irrealidad. Es entonces cuando los niños suben a las azoteas para maullar sin testigos.
LA AUTORA
Sara Coca
Periodista,
gestora cultural y postgraduada en Escritura
Creativa. Ha publicado los libros: Puentes,
Micromundos, A qué sabe lo que somos y No
quieras saber tanto. Participa en numerosas antologías de microrrelatos,
entre ellas Resonancias, Brevirus
(Revista Brevilla), 1 byte de horror, Historias mínimas, Pequeficciones,
Brevestiario y en Máximas Mínimas.
También ha publicado textos en revistas como Conexión NorteSur y en Microtextualidades. Asimismo, ha obtenido
diversas menciones y premios, entre otros el Primer Premio Internacional de
Microrrelato de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y el Proyecto MiRed
2020. Mención especial en el I Concurso Internacional de Minificción IER/UNAM, 2020
y finalista del IX Premio de Microrrelatos Manuel J. Peláez 2021. Imparte
talleres de escritura creativa desde hace más de diez años y forma parte de la
Asociación Cultural Bohemia y de la Red de Escritoras de Microficción (REM).
2 comentarios:
Felicitaciones. Hermosos textos.
Enhorabuena, muy buenos microfics.
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