Edición a cargo del escritor Manolo Ortiz Soto
Juntos
Elisa de Armas
La sombra miraba envidiosa
cómo las demás jugaban a pídola, al rescate, a policías y ladrones, al fútbol.
Ser la sombra de un niño sin amigos, que se sienta solo en un rincón del patio,
es muy aburrido; por eso decidió rebelarse. Aprovechó el momento en que la
pelota rebotó junto a ellos para alargar la pierna y pegarle con todas sus
fuerzas. Después echó a correr, pero una sombra no puede despegarse de su
dueño. Así que el niño tuvo que salir corriendo arrastrado por ella. Desde entonces
juegan con los demás, a pídola, al rescate, a policías y ladrones, al fútbol.
No son una sombra que imita a un niño, sino un niño que imita a una sombra,
pero de eso nadie se da cuenta.
El infractor
Alejandro Bentivoglio
Al dormirme, aparezco en un sueño que no es el mío.
Un policía me pide la licencia de soñador, pero luego de buscarla me doy cuenta
de que la perdí en una pesadilla que tuve el día anterior. Las excusas parecen
no servir y el policía me dice que debo acompañarlo. Subimos a su patrulla y al
encender la sirena, me despierto con semejante estridencia. Suspiro aliviado,
creyendo que me he salvado.
Pero en mi mesa de luz, clavada con un alfiler, está la multa por cruzar incorrectamente el espacio de los sueños.
Alejandro
Bentivoglio
(Argentina, 1979). Ha publicado 12 libros de microficción y sus textos han
aparecido en antologías de numerosos países y traducidos a varios idiomas.
Generaciones
Lorena Díaz Meza
Mi
abuela se comió una naranja olvidando sacar sus pepas. Ahora dentro de ella
crece un árbol. Lo sabemos porque antes de que se marchara vimos asomarse por
sus orejas pequeños brotecitos verdes. Han pasado los años. Mamá dice que la
abuela se fue al cielo, pero nosotros sabemos que no es así.
A veces nos sentamos a la sombra del gran naranjo del patio y contamos historias mientras el árbol, con sus ramas, pareciera querer acariciarnos.
Lorena Díaz Meza
(Chile, 1985). Licenciada en Letras, profesora de Lenguaje y Comunicación. Ha
publicado los libros de cuentos Existe (2004) y Bajo llave
(2011); los libros de microficción Príncipe busca princesa (2013), Sangre
en el ojo (2017) y Piratas de ciudad (2020); las nanonovelas Huir
a mitad de la noche (2020). Es directora y fundadora de “Bibliomicro”.
Monitora de talleres literarios y directora de Ediciones Sherezade.
Verde oliva, negro aceituna
Miguelángel Flores
Sebastián tiene un ojo de cada color. El izquierdo es
verde oliva, como una oliva verde, lo mismo que los de su madre, su abuela, su
bisabuela, tatarabuela y demás antepasadas maternas. El derecho es negro
aceituna, como una aceituna negra, idéntico a los de su padre, su abuelo y etcétera.
Eso hace que sus perfiles parezcan de dos personas
distintas. Tanto, que tiene amigos de un lado y amigos del otro. Así, cuando
quiere verse con unos, sale mirando al oeste, y cuando a otros, camina hacia el
este. Hasta su madre cree tener dos hijos. Nadie se atreve a decirle que es el
mismo. Y como eso supone doble merienda, doble helado y doble de todo, pues él
tampoco se lo cuenta.
Un día descubrió que, al guiñarlos, ciertas cosas
verdinegras desparecían de su vista. Así, si cerraba el verde oliva,
desaparecían los prados, los guisantes, lo militares… Si lo hacía con el negro
aceituna, dejaba de ver golondrinas, carbón, escarabajos. Se pasaba horas
guiñando y haciendo invisible su entorno.
Todo cambió al pasar el tiempo. Una tarde, sentado en su puerta, entornando uno y otro ojo, nada se iba de su vista. Después de mucho intentarlo, comprendió que ya era mayor, que ya no podía ocultar nada. Entonces, se levantó y entró a buscar a su madre. La miró de frente y le dijo: mamá, solo yo soy tus dos hijos. La madre lo observó sorprendida y, abrazándolo fuerte, le susurraba: ay, hijo, pero cuánto has crecido.
Miguelángel
Flores (España). Es un
soñador que lo pone por escrito. También es el menor de doce hermanos, lo cual
dice mucho de todo. Nacido en Córdoba en el 67, lo emigraron a Sabadell en el
68, y eso también cuenta. Escribe microficción y teatro, por necesidad y
vocación a partes iguales. En 2014, la Editorial Talentura publicó su primer
libro de microrrelatos: De lo que quise
sin querer.
Para
volar
Ibeth
Guzmán
Su mayor anhelo era volar. Al jugar Nintendo, sus partes favoritas eran cuando Super Mario atravesaba las galaxias usando un anillo estelar. Cuando eso ocurría, le daba a pausa y se quedaba contemplando por varios segundos la proeza. El diablo, que no tiene permiso para visitar los sueños de los niños, se aprovechó de la noche para hacerle una propuesta: “Si aceptas cambiar tu forma, te daré el poder de volar”. El niño aceptó feliz. La mañana siguiente amaneció convertido en mosquito.
Ibeth Guzmán
(República Dominicana). Narradora, ensayista y poeta. Es docente universitaria.
Ha publicado los libros de microrrelatos Tierra de cocodrilos, Yerba
mala y Tiempo de pecar.
Estrellas
fugaces
Diana Raquel Hernández Meza
La maestra escribió en la pizarra la tarea del próximo lunes:
Representar nuestra futura profesión. Durante el fin de semana perseguí a mamá
por todos lados preguntándole qué podría ser y cómo fabricar el atuendo. Se
limitó a decirme: Busca en el cobertizo a ver qué encuentras. Hallé unas cajas
de cartón, pinturas y pegamento. Pasé la noche dando vueltas en la cama,
pensando que podía hacer con eso.
Mi mejor amigo, se presentó como biólogo y para no
dejar duda de ello, nos mostró una jaula pequeña con una ranita saltarina que
no paraba de croar. Otros compañeros fueron doctores, constructores, maestras,
deportistas, vaqueros...
Cuando llegó mi turno, con un poco de temor a las
burlas de mis compañeros, tomé mi nave XF-Aquarium 2075 y la coloqué
frente a la clase. Expliqué cada uno de sus componentes y lo importante que
serán los viajes que haga en ella, los universos que me esperan por descubrir.
Al terminar la clase, la maestra se acercó a mi
lugar y me explicó que no es bueno que los padres hagan la tarea por nosotros.
Consternado, al llegar a casa le conté a mamá lo sucedido. “No te preocupes,
Ian, a veces los sueños pueden ser más grandes que nosotros mismos”.
Esa noche, una estrella fugaz cruzó frente a mi ventana y ¡quise alcanzarla! Rápidamente subí a mi nave y despegué. Las luces de la ciudad se hacen cada vez más pequeñitas y la luna, aproximándose, me sonríe.
Diana Raquel Hernández Meza
(México, 1985). Médica cirujana por la UNAM. Sus escritos están en El libro de los seres no imaginarios.
Minibichario (Ficticia Editorial, 2012), Alebrije de palabras. Escritores mexicanos en breve (BUAP, 2013), Eros y Afrodita (Ficticia Editorial,
2016), Las musas perpetúan lo efímero.
Antología de microrrelatistas mexicanas (Micrópolis, 2017), en la revista Pleiosaurio en el volumen: Ochenteros. Miniantología de minificción
mexicana (Abismo Editores, 2017).
Transformaciones
Luis Bernardo Pérez
La flauta se transformó en canario, el clarinete en pato, el tambor en oso, el contrabajo en elefante y la tuba en una serpiente pitón que, ante el azoro del público, estuvo a punto de ahorcar al ejecutante. Y todo porque el director, desesperado por la falta de progresos de la orquesta, se le ocurrió sustituir la batuta por una varita mágica.
Luis Bernardo Pérez
(México, 1962). Es escritor, periodista y editor. Ha publicado 15 libros de
relatos, una novela y un manual de escritura. Escribe para niños, jóvenes y
adultos. Entre los galardones que ha obtenido están: el Premio Nacional de
Cuento “Efrén Hernández”, el Premio Nacional de cuento “Juan José Arreola” y el
Premio de Novela Juvenil “Gran Angular”.
LINK DE DESCARGA
https://www.parafernalia.org/wp-content/uploads/2020/09/PEQUEFICCIONES.pdf
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