Siete
brevedades
(Microantología personal de Marti Lelis)
Sísifo
Desde la segunda vez
que bajó la cuesta, notó que
la roca soltaba fragmentos al rodar…
Sería cuestión de
paciencia
y de seguir fingiendo
gran dolor…
***
Ilusión
Este escribir que
es trasplante de mi voz fantasma a los signos que trazo con lápiz, o que
aparecen al oprimir las teclas que los llevan grabados. El silencio bajo el
embrujo de la imagen que habrá de operar para otros ojos que activarán su voz
fantasma. Se intenta hablar aquí de la lectura silenciosa, ceremonia de
palabras mudas en el teatro tibio de la conexión de las neuronas de un lector
distante y callado (tú). Escenario para la manzana que deposito sobre la mesa
sin que veas mi mano: “mira la manzana que está en la mesa”. Y no hay manzana
ni mesa, pero las estás viendo, quieres pronunciarlas, romper el silencio por
comprobar si acaso se materializan; pero no, son fantasmas. Es que todos
estamos hechizados.
***
Leer como niños
La capacidad de
abismarse en lo muy pequeño o integrarse a lo infinito, es el paraíso perdido
durante la infancia. En el momento que aparece el “yo”, la conciencia de uno
mismo, pasamos a ser habitantes de nuestro cuerpo y perdemos la unidad con
todo. Desde nuestro “estar adentro”, la claridad se vuelve caos. Inventamos la
guerra y el arte. Separamos realidad y sueño, ciencia y poesía. Del comercio
para la subsistencia pasamos al consumismo. De la ciencia para el saber,
pasamos a la ciencia y la tecnología para el poder. De la política para
conducir a un pueblo a su plena realización, pasamos a la política por ambición.
Todo esto lo hemos hecho con palabras. La sospecha de que el lenguaje guarda el
secreto se nos pierde entre la mar de datos e información cotidiana. Hay que
aprender a leer de nuevo el mundo como lo hacíamos en la infancia; a escuchar y
atender los gritos silenciosos que el artista deja en sus obras.
***
Breve historia de la literatura
A partir del
movimiento de los astros, los seres vivos organizaron sus vidas. Nace la
literatura del giro de un planeta. El movimiento dio pie al sofisticado
concepto del tiempo. Día y noche. Luz y oscuridad. Las dicotomías, raíz de lo
humano: anatomía del cerebro. En lo humano la tendencia a la ficción, a
complicarse, a salir de sí con el ansia de compartir el terror primigenio.
Invención del lenguaje. Comunicar el miedo para no sentir que es algo privado,
que los otros lo comparten. Magia. Ficción hablada, literatura oral, el
hablador, el contador de historias. Pero había que fijar los sonidos, las
historias, hacer inventarios como en El libro de la almohada, en el Popol
Vuh, en viejas tablillas de barro. Invención de la escritura. Gilgamesh.
Libros. La literatura más fantástica es la que cuenta la ficción de la
realidad, la que al menos la sospecha. El calendario es un invento, periodizar
el tiempo, que es un invento. Tiempo de vivir y tiempo de morir, simplificando.
Las religiones, inventos. Ficciones para mejor soportar el tiempo de vivir. La
cultura, invento humano, la actividad del otro que es uno mismo. Así, hasta que
venga otro meteorito y nos simplifique dinosaurios. Fin de la literatura.
***
Cúmulo de incertidumbres
(terceto)
I. Sólo lleva tilde
Quizás huellas de
aire de algo que ha pasado frente a mí mientras me ocupaba —aprendiz de mundos,
porfiado niño— en mirar no el árbol, no los cuerpos; en oír no la lluvia, no
las cuerdas ni el viento en las agujas; en sentir no la piel, no tu corazón
obstinado; en probar no la miel cotidiana, no unos labios ni la sal ni la
sangre exhibida; en oler no tu piel de nuevo, no las flores, no el incienso ni
en las manos las caricias ni volutas de un incendio. Sino la sombra de lo
visto, la imposible sombra de lo oído, lo tocado, lo sentido, la sombra del
sabor de tu cuerpo: sombras dibujadas, sombras que son signos y no son más,
pero nada menos, que el pretexto (la gota que colma, el copo que desata la
avalancha, apogeo de la parábola, el primer aliento, el primer latido), nada
más, pero nada menos, que el pretexto para verte despertar por la mañana y no
atreverme a decirte que, porque naciste, he nacido. Y escribo. Siempre solo
escribo, y sólo escribo.
II. Interfaz
Tras de cada
palabra vive —sombra necesaria, infaltable reducto— la suma de los mundos que
cargamos como el caracol su carapacho para salvaguarda de lo que fue, lo que es
y lo futuro: postulados los límites mediante la sensitiva membrana que nos
contiene (la mano pertinaz que todo lo acaricia; la pupila infatigable al aire
momentáneamente desecada; néctar de frutas en la lengua; delicadas ondas en el
mínimo tambor, en el diminuto martillo, cuasi caracol de los oídos; o bien,
asalto —de moléculas oleosas y fragantes— a la cotidiana maravilla del vaivén
del aire dentro y fuera de los cuerpos, tuyo y mío), interfaz sin la cual no,
necesariamente no y nunca, cobran su sentido mariposas y besos, la ilusión de
la vida, la certeza de la ausencia postergada, abalorio sin fin de palabras, un
solo verso rebelde que sigue y sigue la desmesura de la primera página, de la
primera línea por capricho necesario prolongada.
III. Incertidumbre y géneros literarios
Los géneros son
útiles para hablar de las figuras que forman en los textos las palabras; pero
es en el cúmulo de incertidumbres donde habita la belleza una vez emancipada el
ave de la jaula, libre el agua del vaso que cantaba el poeta (vaso o cuerpo de
donde el agua y la conciencia, piden ser derramadas). ¿Cómo hacer entonces la
crítica de un texto que comienza con voluntad de ensayo y, a la vez, se quiere
poema; que muere por decir “Había una vez” o dejarse leer novela a pesar de ser
un verso (no se olvide: un solo verso exagerado) que pide personajes, tiempo,
espacio y un devenir ficticio? Escribo de buena fe; eso, ya se sabe, es un
pacto para el ensayo, y el tono conversacional, muy importante. Entonces,
¿quién te impide en la charla decir un poema (correr el riesgo del poema, por
ejemplo); un texto para abrazarlo fuerte a sabiendas de su anunciada
resistencia y transfiguración durante su tentativa de librarse del redil de tus
brazos, un texto Proteo, transgresor de hecho, pero sincero?
***
EL AUTOR
MARTI LELIS
(México D. F., 1968)
Escritor radicado
en Tlaxcala (México) desde 1975. Realizó estudios de Ingeniería Geológica en la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Posteriormente, siguiendo el
llamado de la vocación por las humanidades, se graduó en la Licenciatura en
Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Autónoma de Tlaxcala, lugar donde actualmente se desempeña como
Docente de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispanoamericana, y colabora
como Bibliotecario
Como escritor, ha sido antologado en Cien fictimínimos (Ficticia, 2012), Alebrije de palabras (BUAP, 2013); en Cuentos pequeños, grandes lectores
(Cofradía de coyotes, 2014); en el libro Cortocircuito
(BUAP, 2018). Así como en el libro digital Pequeficciones.
Piñata de historias mínimas (Parafernalia Ediciones Digitales, 2020).
En 2015 fue ganador del “Premio Estatal de
Cuento Beatriz Espejo 2015” del estado de Tlaxcala. En 2016 obtuvo el “Premio
Estatal de Poesía Dolores Castro 2016”, del estado de Tlaxcala.
Su trabajo creativo en literatura lo
comparte en su página web Ceremonia de
Palabras (ceremoniadepalabras.com.mx).
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