SELECCIÓN DE MICROCUENTOS
A veces sueña que la mano de la abuela sale
de debajo de la cama y se mete entre las mantas para pellizcarla, como cuando
hacía algo malo. Entonces despierta asustada, enciende la luz, saca la caja que
tiene escondida entre los zapatos que ya no usa y revisa que la mano aún esté
ahí. Recuerda que la abuela siempre le decía que, cuando necesitara algo, ella
le daría una mano. Cuando se repartieron a la abuela todos sabían qué parte le
correspondería a ella. Entonces se duerme tranquila, sabe que la cabeza está en
la pieza del fondo.
Devuélvanme mi almohada, que me voy a
dormir. Ustedes deberían hacer lo mismo. Con los quejidos del abuelo,
llevábamos días sin pegar un ojo. Ahora por fin descansaremos, así que no me
miren así. No se enojen, estaba viejo. Deberían haberle cortado las uñas, miren
cómo me dejó tratando de defenderse, menos mal que ya no tenía muchas fuerzas.
Y que les quede claro: yo no lo maté. Le ayudé a morir, que es muy distinto.
POR NECESIDAD DE LA EMPRESA
Pasó la lengua, una vez más, por encima de
la línea roja que se formaba desde el pecho hasta el vientre, y comprobó que
hasta en eso le habían mentido: su jefe no tenía la sangre tan fría.
Nadie me dijo que la sangre que donara
tenía que ser mía. Cuando me retiré con los dos bidones, se quedaron mirándome
sin siquiera despedirse. Se deben haber arrepentido, los malagradecidos.
Pasada la medianoche y acabado el hechizo,
a Cenicienta no le gusta que le pongan los zapatos: prefiere que se los saquen.
Érase una vez que un hombre golpeó a su
mujer. Érase otra vez el mismo hombre que arrepentido, prometió a su esposa
respetarla y amarla hasta el fin de los días. Érase una tercera vez en que un
sujeto, nublado por la ira, olvidó su promesa y volvió al ataque. Érase una vez
más en que pidió disculpas. Érase una vez unos niños que, huérfanos de madre y
abandonados por su padre, no creían en los finales felices.
La niña se encargó, minuciosa y disimulada,
de ir recogiendo las miguitas que su hermano iba dejando en el camino para
volver a casa. Ella quería perder el rastro que devolvía al traidor de su
padre.
Lorena Díaz Meza
Santiago de Chile. Licenciada en Letras y profesora de Lenguaje y comunicación. Gestora cultural. Escritora. Ha escrito los libros de cuentos "Existe" y "Bajo llave" y los libros de microficción "Príncipe busca princesa" “Sangre en el ojo” y “Cuerpos cansados” Ha participado en numerosas antologías nacionales y extranjeras, entre ellas ¡Basta! cien mujeres contra la violencia de género. Pertenece al colectivo: Señoritas Imposibles: escritoras de narrativa negra y al colectivo Ergo Sum. Ha participado en las Itinerancias de escritores organizadas por CNCA y sus textos han sido traducidos al Inglés y al francés, Es monitora de talleres literarios y encuadernación y Directora de Ediciones Sherezade.
2 comentarios:
Lorena es MUY buena. Gran escritora y gran editora! Un orgullo para Chile.
Gracias, maestra Pia Barros, es para mi un honor que comente esta publicación. Un saludo cordial.
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