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domingo, 27 de octubre de 2019

(45) ADRIANA AZUCENA RODRIGUEZ

La sal de los días






SAN FELIPE DE JESÚS

 También en mi infancia había una Higuera. Tenía ramas como brazos, fuertes y maternales que a los niños nos elevaban hasta el cielo. Alimentaba a los pájaros en verano y en otoño llenaba el patio de melodías con el suave y pausado “crac” de sus hojas secas al caer. La santa era la higuera, y también mártir, cuando se dejó talar, gris y resignada, para hacer espacio y agrandar la casa.


PRIMERA LLAMADA TELEFÓNICA

 Al borde del llanto, me cuenta que oye pasos, voces en su casa vacía. Intento tranquilizarla: hablamos de todo y nada. Agradece, cuelga, olvida que no marcó ningún número, que no le queda nadie a quién llamar.


LA PÁGINA EN BLANCO

 Después de tantos años de conocernos, discutir y reconciliarnos, la hoja en blanco y yo nos volvimos buenas amigas. Y como tales, hemos aprendido que a veces es mejor dejarnos como estamos, sin tratar de cambiarnos una a la otra.


DE LA CERVEZA

 Él, que no sabía cocinar, abrió lo único que tenía en su refrigerador: Cervezas frías que terminaron por acalorarlos. Se doraron en el aceite de la pasión. Se marinaron en el jugo de las caricias. Mieles y merengues los besos.
Pero quizá el exceso de calor en el horno puso en sus brazos un hermoso bebé muy morenito, con los ojos de un ámbar refulgente, como el de la cerveza que se toma a oscuras.


DEL VETERINARIO

 Cuando un sapo se enferma de amor y recibe un beso, no se convierte en un príncipe sino en un indigente.
 Si lo ves, encogido en una esquina, en cuclillas como cuando vivía feliz en el pantano, ten lástima de sus costras de mugre, de sus ojos saltones acuosos de horror, de su fealdad perfecta; intenta escuchar sus cantos roncos de amor sin fortuna.


DEL ARCO IRIS

 Esquivando las gotas de lluvia, y después de conquistar todos los tejados, este intrépido gato trepó al arco iris. Claro que cayó, pero sobre sus cuatro patas. Orgullos, lamió las chispas de color que le quedaron en el pelo, pero en sus ojos quedaron algunos destellos que solo se ven cuando no llueve ni hay sol, sino todo lo contrario.


DE LAS CATEDRALES

 Navegué por los vitrales cuajados de peces de colores. Subí al campanario a mirar a esos diablillos aburridos. Colgué la mirada en lo alto de la cúpula celestial, como hacen los santos. Es curioso: ahí siempre olvidó la pena y, por lo tanto, olvido rezar.


DÍA DE MUERTOS

 Su mamá iba a visitarlo a diario, le llevaba dulces, peluches y leche con chocolate. A la cabecera de su tumba, le leía libros sobre pollitos y vacas que hacían ”mu“, le cantaba canciones como “Pinpon” y “A ro ró, mi niño”, y hasta le hablaba como bebé. El niño solo escondía la cara con un rubor plateado mientras los fantasmas de la misma edad se burlaban de él.


DÍA INTERNACIONAL DEL CUENTO

 El cuento se perdió y engendró, de tanta angustia, muchos cuentos que querían repetir aquel, el extraviado.  Al volver a aparecer, el cuentista descubrió que no era él el que había soñado tan obsesivamente. El cuentista caminó hacia el parque; miró a su alrededor para asegurarse de que nadie lo veía, y hundió el cuento perdido en el agua de una fuente.



LA AUTORA


ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ (México) es doctora en Literatura Hispánica por el Colegio de México. Actualmente es profesora-investigadora de la Licenciatura en Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha publicado los libros de cuento La verdad sobre mis amigos imaginarios (Terracota, 2008), De transgresiones y otros viajes (Samsara, 2012), Postales. Mini-hiper-ficciones (Fósforo, 2012) y La sal de los días (BUAP, 2017). También es autora de textos de teoría y crítica: Coincidencias para una historia de la narrativa mexicana escrita por mujeres (UNACH, 2016) y Las teorías literarias y el análisis de textos (UNAM, 2016).


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