(46)EMILIO DEL CARRIL
LA MUJER SIN ROSTRO
Por haber amado tanto, se había quedado sin
rostro. En un comienzo caminó con la cara escondida entre mantos y turbantes,
pero se sentía excluida del mundo. En una ciudad lejana, consiguió a un
alquimista que le preparó una pintura especial. Al maquillarse con ella, todo
cambió. Algunos sonreían al verla, otros mostraban perplejidad y asombro. Si
bien es cierto que muchos huyeron despavoridos, otros intentaron besarla. Desde
entonces, no pasa desapercibida. Ahora disfruta de esa fama que hace que todos quieran
conocerla. Sobre ella se ha creado la leyenda de la Mujer Espejo. En general,
todos la aman; todos menos los vampiros.
EL AHOGADO MÁS HERMOSO DEL MUNDO
Las corrientes trajeron hasta la orilla de
la playa el cadáver del ahogado más hermoso del mundo. Los pescadores lo
llevaron al pueblo para darle cristiana sepultura. De inmediato, las mujeres se
enamoraron con locura de él. Algunos hombres lo odiaron por eso; otros, también
sucumbieron a sus encantos, abandonaron a sus esposas y le profesaron amor eterno.Sus adeptos buscaron la forma de
resucitarlo. De vuelta a la vida, solo causó problemas por ser en extremo
infiel, manipulador, arrogante y despiadado.Un grupo se reunió para detener sus
atropellos. Entramparon al resucitado más hermoso del mundo una tarde cerca de
un acantilado. Lo apedrearon hasta que dejó de respirar, luego tiraron el
cuerpo mar adentro, para que las corrientes se lo llevaran lejos; esta vez, con
la cara desfigurada y el cuerpo convertido en un espanto.
DESPUÉS DE LA TORMENTA
Corrió a la playa y lo encontró ahogado en
la orilla, cubierto de algas magenta y de grumos de sal. No gritó. Los de la
aldea estaban rescatando las pocas pertenencias que el mar y la tormenta no les
habían quitado.Con un silencio similar al de una procesión,
lo arrastró con cuidado hasta el lugar donde había estado su cabaña. Con una
red que encontró en una palma, atrapó algunos peces mágicos. Con cuidado les
sacó las escamas doradas para luego zurcirlas en la piel de su amado. Al final
recitó un antiguo sutra en sánscrito, mientras le cocía unas aletas. Lo llevó a
la orilla, allí lo colocó sobre las aguas, ahora mansas. Él flotó con el
sargazo integrándose al mar. En la vera se quedó ella en espera de que el
tiempo la transformara en sirena o en piedra.De pronto, se escuchó el sonido de un
viento suave, que traía consigo el murmullo que se esconde en los caracoles. El
sol trazaba un caminito dorado hacia el horizonte. La tranquilidad de las aguas
se interrumpió por el aletazo de un hombre- pez que se sumergía en las
profundidades sin recordar lo que había sido antes.
AIRES DE INDEPENDENCIA
Cansada de tantos atropellos, la mejilla
izquierda le dijo a su homóloga: «No importa lo que él haya predicado; en
adelante, resuelve tus problemas sola».
AHORA CORRO POR MI VIDA
Un día mi tío apareció con un Sartyo. Era
pequeño, peludo y con un enorme ojo azul. Me lo puso en las manos y dijo:
«Júrame que lo vas a sacrificar cuando cumpla diez años». Accedí. En ese tiempo
yo tenía quince años y hacer promesas era fácil. Anoche terminó la década. No
tuve fuerzas para matarlo.Hoy el animalito amaneció muy extraño. Su
suave pelambre se ha transformado en espinas; sus pequeños dientes, en colmillos.
Ha crecido mucho.Nunca pregunté qué tipo de ser mitológico
era un Sartyo, pero he descubierto, de la peor forma, que cuando cumplen diez
años se vuelven carnívoros y prefieren, sobre cualquier cosa, la carne humana.
LA PITONISA
Ella puso los ojos en blanco y le dijo:—El fin del mundo se acerca.Él se sintió consternado por la noticia e
insistió en que le dijera cuándo ocurriría. Ella hizo mutis, mientras se
esforzaba para darle una buena contestación.—La semana que viene... —dijo algo trémula
e insegura.Aterrado, él se enclaustró en su aposento y
no salió por siete días. Cuando terminó el plazo, se puso a evaluar lo
sucedido. Concluyó que la adivinadora era una farsante y que en adelante no
recomendaría sus servicios. Entonces, se acicaló y salió. Un peculiar olor a
azufre le llamó la atención, pero rápidamente obvió el tenue hedor y se entregó
a disfrutar de las divertidas calles de Pompeya.
VOZ DE ULTRATUMBA
No me llamo Lázaro, pero también resucité
cuando a él lo llamaron. Aunque he gritado constantemente por varios días,
nadie ha respondido mi llamado urgente. He perdido la esperanza de que me
rescaten de esta tumba, cuya piedra no puedo mover. Aquí reina la oscuridad y
la nada. Regresar a la vida conlleva morir dos veces, y la segunda puede ser
peor que la primera.
MI MUJER NO ME HABLA
En el libro de los hechizos, las páginas
pares tenían un hechizo perverso y las impares el antídoto para deshacerlo. El
hombre, cansado de las constantes peleas de su mujer, efectuó el hechizo de la
página 82 («Conjuro para acallar a parlanchinas incorregibles»). Después de
realizarlo, ella quedó muda. No hubo médico que pudiera ayudarla. Al pasar varios
meses, él sintió nostalgia de escuchar un nimio ‘te quiero’ de ella. Consultó
el libro, pero, por algún motivo desconocido, la página 83 había sido arrancada
junto con las páginas 140 y 141; en las que se explicaba el hechizo (y el
antihechizo) para convertir a un esposo maltratador en salamandra. Cuando cerró
el libro, la vio asomarse por la ventana con una jaulita y una sonrisa
perturbadora.
EL AUTOR
Puerto Rico (1959). Escritor. Fue coordinador de la Maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón en Puerto Rico. Ha trabajado como tecnólogo médico durante más de veinte años. Algunos de sus cuentos han sido incluidos en las antologías Los otros cuerpos y Salta que salta. Ha publicado trabajos en diversas revistas literarias. Se especializa en diseñar y dictar cursos de auto-publicación, novela corta, minirrelatos, memorias y cuento. Su primer libro, 5 minutos de para ser infiel, fue éxito de ventas en librerías de su país. Actualmente trabaja arduamente en los detalles finales de su disertación doctoral y se mantiene activo como profesor de narrativa. Su nuevo libro En el reino de la Garúa, utiliza la técnica del metarelato para crear un libro de microcuentos.
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