(38) DAVID SLODKY
LA FEA
LA FEA
Nunca se atrevió a
empolvarse en público. Seguramente pensarían: “¡Qué ridícula, esa fea tratando
de parecer hermosa!”Cuando escuchó la letra
de un tango “Procurando que el mundo no la vea / ahí va la pobre fea, camino del
taller” sintió que había sido descubierta.Cuando fue elegida
“Miss Sonrisa del NOA…” pensó de qué valía una sonrisa bella en un rostro
desagradable.Cuando la distinguieron
como “Miss Salta” supo que en el país de los ciegos, el tuerto es rey. Cuando fue “Mis Argentina”, ratificó que su
país era un país de cuarta.Cuando sólo logró ser
Princesa Primera en el certamen “Miss Universo”, corroboró dolorosamente que
jamás podría ser elegida Reina.Ya anciana, navegando
hacia la muerte, pensó melancólicamente qué dichosa hubiera sido si la
naturaleza la hubiera premiado con la belleza que siempre anheló tener.
PRESCINDIBLE
Tenía que viajar
una semana. Dedicó todo un día a cocinar y frisar el almuerzo y la cena para
cada uno de los días que estaría ausente. Lo hizo recordando los gustos de
todos, más de una vez disímiles. Los empaquetó por separado, con un rótulo en
cada uno. Cada paquetito tenía una indicación minuciosa: cómo descongelar, cómo
calentar, cuánto tiempo… Dejó una nota indicando cómo lavar la vajilla, dónde
guardar cada objeto. También en qué anaqueles
estaban el té, el azúcar, las galletitas para el desayuno. En un recordatorio
le indicó al marido a qué hora le tocaba cada cosa a cada hija. Le puntualizaba
el día de tal vencimiento, el de tal otro. Llamó al gasista para dejar en
mejores condiciones la cocina, ya que parecía tener poca presión. Cambió la
ropa de cama momentos antes de irse. Le rogó a la empleada que esa semana
viniera todos los días. Encargó a sus hermanas que, por favor, se dieran una
vuelta de vez en cuando por cualquier cosa que necesitaran.Al regresar, el marido le dijo: “¿Viste que no sos
imprescindible? Nos dimos vuelta perfectamente sin vos”.
INDUCCIONES
Mamá,
mimosa, le pide que la ayude a sacar sus largas botas. Tironea, roza sus
piernas, aspira su fragancia. “Mamá -le dice- cuando sea grande me voy a casar
con vos”. Ella se ríe y le da un beso en la boca. “¡Mi chiquito...!”. Entra
papá. “¡Lo vas a hacer maricón con tantos mimos!”
CERDOS
Suben
el cerro por el viacrucis, mientras el pequeño niño judío va leyendo
atentamente las apostillas, estación tras estación. “Los judíos hacen escarnio
de Jesús” lee. “¿Quiénes mataron a Jesús?” –pregunta distraídamente: la escuela
y sus padres difieren sobre este punto. “No sé” contesta su amigo, bajando la
cabeza. Doña Ema levanta entonces la
voz: “¡Fueron los judíos! ¡No tienen religión, no tienen moral, adoran el
chancho, beben sangre!”
Al
día siguiente no va a la escuela y llaman al médico: tiene 39º y delira con una
piara de cerdos que lo atacan.
SU
VIDA
Sabía que lo estaban
buscando. Y que lo matarían. Y él amaba la vida. Su vida. No quería morir. Se escondió en los lugares más
inverosímiles, donde nadie supusiera. Cambió el color de su pelo, dejó crecer
la barba en su rostro, unos lentes de contacto verdearon sus oscuros ojos. Dejó
su oficio, alternó actividades, olvidó amistades, familia. Cuando ya ni él
mismo se reconoció, supo que ya nunca lo encontrarían. Entonces, se arrojó del 9º piso.
LA FAMA
Abre el cajón. Allí está, reluciente. Lo
guarda en su cintura, debajo del pullover. Una gota de sudor se desliza por su
frente. Enciende el motor. Traga saliva. Toma luego el camino de siempre. Al
llegar al semáforo, los ve. Sin mirarlo, inician rápidamente su tarea. Alcanza
a percibir los rostros estupefactos mientras les vacía el cargador. “¡Vayan a
limpiar parabrisas a la concha de su madre, hijos de puta!”.Se repantiga en la butaca y suspira.
Pone primera. Mañana saldrá por fin en los diarios.
PESADILLA
Volvían
de las más hermosas vacaciones que habían disfrutado en el mar. Dormitaban en
el asiento trasero, mientras escuchaban a sus padres conversar quedamente. De
pronto, el auto muerde la banquina y vuelca dando varios tumbos. Como pueden,
él y sus hermanos salen por entre las ventanillas rotas y las puertas
retorcidas. Ve a papá intentando hacerle respiración boca a boca a mamá, entre
los hierros deformados. Recordó entonces la treta que le enseñara el abuelo
para recobrarse de las pesadillas. Repite “Uno, dos, tres: ¡despertá!”. Pero
esta vez no despierta.
EL AUTOR
DAVID SLODKY
Nació en Salta, Argentina, en
1946. Es Lic. en Psicología, Escritor y Gestor Cultural. Trabaja como
Psicoterapeuta. Fue Director de la Carrera de Ciencias de la Educación en la
Universidad Nacional de Salta. Docente en las carreras de Psicología de la
Universidad Nacional de Córdoba y en la de Ciencias de la Educación de la
Universidad Nacional de Salta. Como escritor ha publicado Las fronteras, cuentos.
Ed. del Tobogán, Salta. Travesía, cuentos. La aguja de Buffon ediciones,
Tucumán Carmen Puch de Güemes. Al encuentro de la heroína. Ensayo histórico,
Ed. Víctor Hanne, Salta. Tres relatos bíblicos y otros cuentos. Ed. El mono
armado, Bs. As.Parpadeos (minificciones). La aguja de Buffon ediciones,
Tucumán. Semblanzas (Un viaje por la memoria). Ed. Víctor Hanne, Salta.
Resplandores (microficciones). Próximo a editar
Ensayos, cuentos y microcuentos suyos integran distintas
antologías nacionales e internacionales. Su profesión tiñe de una impronta
particular toda su producción literaria, donde la dramática humana está siempre
presente.
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