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miércoles, 27 de septiembre de 2023

174 PATRICIA DAGATTI, CUERPOS EN VARIACIÓN

 



    Estamos ante un conjunto de microcuentos desestabilizadores, bien escritos, en profundidad y multiplicidad de sentidos. Celebrar este libro es solo el primer paso para develarnos en perpetuo y asombroso cambio.

 Pía Barros

 

 

 

AMOR XY

    Después de hacer todo lo que deben, se rasuran la barba, se afinan las cejas, se maquillan el rostro, se pintan las uñas, se ponen la minifalda, se calzan. Y así, furtivamente, van deseando encontrarse.  

MEMORIA SELECTIVA

     Lo que había comenzado como un juego pronto se transformó en un hábito peligroso. Olvidaba ciertas prácticas que eran de vital importancia. Despistes, en apariencia intrascendentes, acababan por poner en riesgo su vida. Eso sí, recordaba al detalle los versos de un poema, la trama de un cuento y los personajes de las novelas. Cuando por razones de seguridad sanitaria las autoridades decretaron el aislamiento obligatorio y suspendieron los servicios «no esenciales», entre los cuales se incluía a la biblioteca, quedó devastada. Ante tal circunstancia, se cubrió con una capa sutil y resistente; y así, suspendida, como una ninfa en su saco de seda, protagonizó todas las historias que había atesorado: fue dragona, forajida, heroína y villana. También fue amante y meretriz. Por eso, cuando anunciaron el regreso a la «normalidad», prefirió no darse por enterada.

 

MI PROPIA VOZ

A Effy Beth

    Es preciso echarlo al fuego para que se cumpla, advirtió la hechicera. Era Noche de San Juan y las hogueras ardían por doquier. Como mi piel obligada a llevar oculto el deseo, ardían; como el deseo mismo a punto de cumplirse. Entre todas, elegí una en la que cupiera mi cuerpo desobediente y me arrojé. Apenas emergí de las llamas, comprobé que mi cola de pez se había mantenido intacta y que, además, la Bruja del Mar, apremiada por las circunstancias, me había devuelto aquello que, encontrándome indefensa, me arrebatara.

 

HÁBITO

    Ella se acaricia las piernas, blancas, siempre ocultas. Asciende trémula por su territorio hasta llegar al estrecho humedal donde la sorprende el deseo. Hembra en celo privada de machos, sus músculos se tensan ante la primera vibración. Se agita, gime de placer hasta alcanzar el éxtasis. Luego, con los dedos entrelazados cae de rodillas y, una vez más, suplica perdón.

CONJURO

    Con la varita mágica apoyada en el centro de mi propia sombra, repito el conjuro. La mancha negra que proyecta mi cuerpo se reduce hasta formar una figura felina cuyos ojos verdes, semejantes a esmeraldas incrustadas en la pared, me observan. Incitada por aquellos ojos, doy rienda suelta a las siempre postergadas andanzas nocturnas, trepar y saltar por las azoteas; al deseo de maullar como jamás me hubiese atrevido. A maullar como las gatas cuando están en celo.

 

HEREJÍAS

    No fue a causa mi de gato negro, ni de mis frecuentes viajes en escoba que me acusaron de bruja. En pleno siglo XXI la gente ya no repara en esos detalles. Sin embargo, el mismo día que teñí mis cabellos encanecidos de color azul iridiscente y me puse un vestido ajustado al cuerpo, empezaron a murmurar. Esta mañana oí un gran alboroto frente a mi casa, llevaban pancartas, letreros escritos en rojo. En medio de la confusión, un grupo de mujeres gritaba: «hereje, deberías avergonzarte». Salí a la calle con la intención de calmarlos, pero al verme desnuda, la conmoción fue peor. Nadie se atrevió a tocar mis carnes anuentes a los caprichos de la gravedad. Entonces dejé que continuaran con lo suyo y regresé a la cama, a seguir disfrutando junto a mis desprejuiciadas amantes.

 

SURCOS INDELEBLES

    La mujer interrumpe su canturreo para invocar, con un hilo de voz, a Quetzalcóatl. Ruega que no le falte alimento a su prole; que, a pesar del cansancio, sus brazos puedan desgranar la mazorca madura, moler el maíz, llevarlo a la mesa. Poco puede hacer más que rogar, pues la tierra que cultiva ya no le pertenece. Aquella bonanza que gozaron sus ancestros se convirtió en látigo y puñal, en sentencia de muerte y exilio. Surcos indelebles que también atraviesan su cuerpo. Una herida húmeda y profunda por la que el germen de la vida entra y, a su tiempo, retoña en frutos dorados. Pequeños escudos que preservarán del conquistador su memoria, su lengua y su Dios.

 

Patricia Dagatti. Villa María, Córdoba, Argentina. Contadora Pública, Licenciada en Administración y Magister en Escritura Creativa en Español por la Universidad de Salamanca (España). Maestranda en Literaturas de Latinoamérica en UNSAM. Escritora y gestora cultural. Publicó los libros de microficciones: Secuelas de un sutil aleteo (Macedonia, 2020). Cuerpos en Variación (Macedonia, 2022). Miembro de la Red de Escritoras Minificcionistas – REM. Integrante del Colectivo de Minificcionistas Pandémicos. Miembro del colectivo de escritoras de minificción Somos Mar. Integrante del comité editorial de Tusca Editoras.

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