> Letras Itinerantes: (79)Sandra Bianchi

miércoles, 7 de octubre de 2020

(79)Sandra Bianchi

 

 

 


Espejito, espejito

Todos creen que es la más engreída porque se mira en cuanta superficie reflejante encuentra a su paso. Se mira en los espejos de su casa, en los de las petacas de rubor de las perfumerías, en los de los baños públicos, en los retrovisores de los autos.

Nadie cree que no es delectación sino peregrinaje.

Se mira en las siluetas que le devuelven las vidrieras de los comercios, en los ventanales de las casas, en las paredes transparentes de los supermodernos edificios.

Nadie cree que no es obsesión sino una pregunta recurrente.

Se mira en sus poses, registradas en las pantallas de las cámaras de seguridad, en las de los teléfonos celulares y en las de las webcam.

Nadie creería que ya no quiere verse más. Se ha mirado en los papeles aluminizados de los regalos que da y recibe, en las cacerolas de acero, la retrataron sus voluminosos aros de plata, atravesó el jarrón con el agua de las flores. Sólo le queda la cara de la luna.

Pero cuando llegue hasta allí, su rostro no será el mismo y seguirá sin encontrar lo que no se le ha perdido.


Las hijas de la lágrima

Una lágrima es el mundo, entre la cima y la caída no hay apogeo, amor-odio, aventura o resurrección.

Una lágrima resbala entre los ojos tristes, mercuriales, se hamaca en la bruma del dolor y la emoción hasta que, atenta a su sino de nube, estalla contra su propia esperanza y se desvanece en mil diamantes invisibles.

Una lágrima es puro presente, borra la memoria, cancela el mañana. Cuando asoma anula la visión, no hay más espejos, ni reflejo ni otredad.

Pero la lágrima nos engendra como a un nuevo ser, es la placenta de una misma que se estrena en cada llanto.


Del aire y sus alrededores

Según la RAE en su primera acepción, el suspiro es una aspiración fuerte y prolongada seguida de una espiración y acompañada a veces de un gemido.

Su etimología regala el eco antiguo del viento que tiembla entre las hojas de los árboles de un bosque. Del latín, suspirĭum connota con precisión l´air du temps, es la palabra que perfuma la pena, el ansia o los deseos escondidos.

Escuché suspirar en todos los tonos que acuna el arco de un violín y con ese material elaboré un catálogo. Los suspiros de amor son los más huidizos, ya los versificó Rubén Darío escapando de una boca de fresa. Hay suspiros por amores imposibles, por los posibles, por los que no fueron y por los amores contrariados.

Registré los suspiros que arranca la espera, los trenes que parten, el dolor que se paga por las vidas pasadas, las heridas incurables y las cicatrices profundas. También hay suspiros de alegría y placer pero ¡no confundir! en el fondo de la exhalación festiva palpita la memoria de un estremecer original.

¡Hay tantos más en el listado! Yo misma suspiré por muchas de las causas que menciono y por otras que no me atrevo a confesar. Hasta se me ocurrió pensar que el suspiro tiene afinidades innatas con el haiku y la microficción porque invita a una honda bocanada de  puntos suspensivos…

Pero la síntesis perfecta la escuché de parte de mi abuela. Ella decía que el suspiro es aire que sobra por algo que falta. Ni el bueno de Lacan podría haberlo dicho mejor.


Noche freudiana

Anoche en la cama éramos diez. Mientras nos desvestíamos comenzaron a aparecer nuestros hijos, en dulce montón; después los nuevos vecinos, tan bellos como exitosos. Bajo de la cama ya estaban los hijos que no tuvimos, tu jefe, un conocido actor de Hollywood y una bailarina de caño.

Anoche en la cama éramos seis. Con las primeras caricias asomó mi padre con gesto adusto y mi madre con aire ausente; al rato llegaron los tuyos, silenciosos y amenazantes.

Anoche en la cama éramos cuatro. Cuando el gozo era infinito, montaba con el hombre de mis sueños diurnos al tiempo que en tu barba se enredaban los pelirrojos cabellos de tu alumna.

Me gustaría decir que anoche en la cama éramos tres: tú, yo y la luna. Pero eso solo sucede en un poema de Octavio Paz. 


Prehistórica

Fuiste el hombre de mis sueños hasta que empecé con los desvelos. Ahora al despertar a tu lado en mitad de la noche temo que el dinosaurio todavía esté allí.


Tapado y presente

Cada uno tiene los enemigos internos que se merece. Los míos son como las capas delgadas y translúcidas de la cebolla, se hacen gorditos cuando están juntos, si no son fáciles de combatir, no cuesta nada.

Los hago bailar la danza de los siete velos y me hace gracia ver como se les cae una tela, y otra y otra. Aunque nunca llego al corazón verde y fresquísimo. Sé que están ahí en mi centro. La cebolla soy yo.


La ciclista

La vida fluye mientas pedalea. La siente entre bocanadas del aire de afuera, que le sopla las mejillas y el aire de adentro, que acompasa su corazón. Entre las piernas, en su baile de rodillas arriba-abajo, como en nado vertical. 

Le parece que vuela o flota.  Se cree amazona en su caballo de metal . Sabe de su pericia en el manejo, del equilibrio justo y necesario para esquivar una piedra, un pozo o una distracción callejera.

Mientras pedalea se le aguzan los sentidos, y un enorme tercer ojo le ocupa toda la cara. Polifema andante se sabe. Se enorgullece de sí, le inunda el pecho la  confianza y regala al sol un escote generoso.

Disfruta brisa, luz, camino.

-          Me encanta y esto es suficiente- se dice. 

Y entonces, no necesita llegar, porque entiende que el movimiento es perpetuo, como una felicidad liviana.


 LA AUTORA

Sandra Bianchi (Buenos Aires, Argentina). Es Profesora en Letras, docente, escritora, crítica literaria, editora y gestora cultural. Es jefa de edición en Ediciones Santillana Argentina. Se dedica al estudio y difusión de la microficción.  Además de escribir artículos críticos y prólogos, ha elaborado las antologías Arden Andes. Microficciones argentinochilenas, La pluma y el bisturí, Cartón lleno I y II y la versión argentina de ¡Basta! cien mujeres contra la violencia de género y ¡Basta! cien hombres contra la violencia de género (en colaboración). Es creadora de ciclos y acciones diversas de promoción de la microficción. Produjo el documental Los juegos peligrosos. Una conversación con Luisa Valenzuela sobre microficción, lenguaje y creación (2009). Sus microficciones están publicadas en antologías nacionales y extranjeras y en publicaciones digitales. 

3 comentarios:

Nanim Rekacz dijo...

Vuelo poético y profundidad de contenido.

Luis Ignacio Muñoz dijo...

Gracias por leer y comentar. Saludo cordial.

Unknown dijo...

Gracias Nanim por tus palabras, recién veo este cometario. Abrazos.