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lunes, 7 de septiembre de 2020

(76)Norah Scarpa Filsinger

 


 

Pachamama  

Sus hijos habían amado y respetado siempre a la Pacha, espacio y tiempo; tiempo de ayer, tiempo de hoy, tiempo de mañana. Vivían según sus reglas y agradecían sus dones con periódicos homenajes y ofrendas de aguardiente y mieses.

       Con los nuevos tiempos llegaron los invasores que acabaron devastando a su pueblo hasta hundirlo en la más profunda desolación.

         En los barcos había arribado con ellos un tal Caín.

Génesis 

Y Dios creó a la mujer. Y la puso en los jardines del Paraíso que había sembrado de leves tréboles y desafiantes orquídeas, y los jaguares se acercaban a lamer sus pies mientras se solazaba en lagunas de agua tibia. 

          Un día el Señor de todo lo creado vio un dejo de tristeza en sus ojos y se dijo: “No es bueno que la mujer esté sola”. Y dio forma a un nuevo ser para que le hiciera compañía. Sumido en esta labor, travieso, tomó de los cromosomas de la mujer un puñado de sus miles de genes y los agregó al nuevo cromosoma y, recién imaginado. 

     No es dable conjeturar si lo que se inició, fue a sabiendas.

 Difícil labor      

Escribir es a veces un duelo infinito. Más que nada, un duelo con los personajes, que a veces intentan huir, se resisten a someterse, quieren hacer su vida.

   La composición de Mauro fue laboriosa, pero resultó perfecto. Lo doté de más ecuanimidad de la que yo misma tengo, de tanta solidaridad como desearía tener, de mayores ambiciones que las que nunca me torturaron, de la escasa templanza de que puedo hacer alarde en cada una de mis tentaciones, del buen y mal humor a que la vida me predispone, y para rematar, hasta de un dejo de ternura y pasión dentro de su perfil a veces maldito. Me sentí complacida. Mauro era perfecto.  

   Él no estuvo de acuerdo. Esa noche se liberó, tomó un cuchillo y seccionó mi imaginación.

Pan comido

En el camino del bosque fueron arrojando gotitas de pena, de angustia, de soledad, de falta de amor. Los dos niños nunca volvieron. 

La llave 

Cierro la puerta y comienzan los rumores. Ya estoy acostumbrada a ellos. Al principio me detenía a escuchar ese bisbiseo creciente de palabras truncas, sobrepuestas, siempre en el mismo tono de voz. A veces alcanzaba a desbrozar algunas voces: Romeo reclamando amores a Julieta, Antígona airada, Paolo y Francesca amándose en el infierno. 

       Ahora giro la llave de la biblioteca y vuelvo en mí. 

. Duda

Los años me habían pasado, desgastando mis ojos. Pregunté cuándo habría de morir.

-Aún no –me respondió la Muerte.

Gocé de ese día, meses, años.

-Aún no –volvió a decir la Muerte.

-Soy hombre de certezas, odio la incertidumbre. ¿Cuántas veces me repetirás lo mismo? 

 -Ni una más. 

La protagonista

Ella sueña que ha perdido su casa, la casa de los pájaros. En el sueño está nevando, la nieve lo cubre todo. Hay pájaros blancos posados en las ramas de los árboles. Busca refugio en un cobertizo donde quedan los resquicios del fuego, se acurruca y siente de a poco entibiarse su espalda; cae en un alucinado sopor y el calor de las cenizas la va penetrando hasta horadar su carne, sus nervios, sus huesos.  

        Despierta sobresaltada. Toma su bata y se asoma a la ventana. Ve un paisaje blanco. Sale y deambula sin rumbo, ve árboles blancos con pájaros congelados, un cobertizo, un fuego, una mujer que muere. 

 

Norah Scarpa Filsinger: Ex docente, vive en Tucumán (Argentina), tierra de cerros de yungas, azahares y azúcar. Publicó Hojas al tiempo, poesía. 2010; Cuentas de maíz, 2009, Incisiones mínimas, 2012, La vida y otras inquisiciones, 2014, microficciones. Inédito el poemario Región de bruma. Obtuvo premios diversos en poesía y en dramaturgia el I° Premio en el Concurso de Textos Teatrales “Bernardo Canal Feijóo” 2001 con su obra Estación sin rosas, con puesta y publicación. Participa en antologías nacionales y extranjeras y sus textos han sido traducidos al italiano, francés, inglés y portugués.

 

                                                      

 

 

 

 

 


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