Pachamama
Sus
hijos habían amado y respetado siempre a la Pacha, espacio y tiempo; tiempo de
ayer, tiempo de hoy, tiempo de mañana. Vivían según sus reglas y agradecían sus
dones con periódicos homenajes y ofrendas de aguardiente y mieses.
Con los nuevos tiempos llegaron los
invasores que acabaron devastando a su pueblo hasta hundirlo en la más profunda
desolación.
En los barcos había arribado con ellos
un tal Caín.
Génesis
Y
Dios creó a la mujer. Y la puso en los jardines del Paraíso que había sembrado
de leves tréboles y desafiantes orquídeas, y los jaguares se acercaban a lamer
sus pies mientras se solazaba en lagunas de agua tibia.
Un día el Señor de todo lo creado vio
un dejo de tristeza en sus ojos y se dijo: “No es bueno que la mujer esté
sola”. Y dio forma a un nuevo ser para que le hiciera compañía. Sumido en esta labor, travieso, tomó de los
cromosomas de la mujer un puñado de sus miles de genes y los agregó al nuevo
cromosoma y, recién imaginado.
No es dable conjeturar si lo que se
inició, fue a sabiendas.
Difícil
labor
Escribir
es a veces un duelo infinito. Más que nada, un duelo con los personajes, que a
veces intentan huir, se resisten a someterse, quieren hacer su vida.
La composición de Mauro fue
laboriosa, pero resultó perfecto. Lo doté de más ecuanimidad de la que yo misma
tengo, de tanta solidaridad como desearía tener, de mayores ambiciones que las
que nunca me torturaron, de la escasa templanza de que puedo hacer alarde en
cada una de mis tentaciones, del buen y mal humor a que la vida me predispone,
y para rematar, hasta de un dejo de ternura y pasión dentro de su perfil a veces
maldito. Me sentí complacida. Mauro era perfecto.
Él no estuvo de acuerdo. Esa noche se
liberó, tomó un cuchillo y seccionó mi imaginación.
Pan
comido
En
el camino del bosque fueron arrojando gotitas de pena, de angustia, de soledad,
de falta de amor. Los dos niños nunca volvieron.
La llave
Cierro
la puerta y comienzan los rumores. Ya estoy acostumbrada a ellos. Al principio
me detenía a escuchar ese bisbiseo creciente de palabras truncas, sobrepuestas,
siempre en el mismo tono de voz. A veces alcanzaba a desbrozar algunas voces:
Romeo reclamando amores a Julieta, Antígona airada, Paolo y Francesca amándose
en el infierno.
Ahora giro la llave de la biblioteca y
vuelvo en mí.
. Duda
Los años me habían pasado, desgastando mis ojos. Pregunté cuándo habría de morir.
-Aún no –me respondió la Muerte.
Gocé de ese día, meses, años.
-Aún no –volvió a decir la Muerte.
-Soy hombre de certezas, odio la incertidumbre. ¿Cuántas veces me repetirás lo mismo?
-Ni una más.
La
protagonista
Ella
sueña que ha perdido su casa, la casa de los pájaros. En el sueño está nevando,
la nieve lo cubre todo. Hay pájaros blancos posados en las ramas de los
árboles. Busca refugio en un cobertizo donde quedan los resquicios del fuego,
se acurruca y siente de a poco entibiarse su espalda; cae en un alucinado sopor
y el calor de las cenizas la va penetrando hasta horadar su carne, sus nervios,
sus huesos.
Despierta sobresaltada. Toma su bata
y se asoma a la ventana. Ve un paisaje blanco. Sale y deambula sin rumbo, ve
árboles blancos con pájaros congelados, un cobertizo, un fuego, una mujer que
muere.
Norah Scarpa Filsinger:
Ex docente, vive en Tucumán (Argentina), tierra de cerros de yungas, azahares y
azúcar. Publicó Hojas al tiempo, poesía. 2010; Cuentas de maíz, 2009,
Incisiones mínimas, 2012, La vida y
otras inquisiciones, 2014, microficciones. Inédito el poemario Región de bruma. Obtuvo premios diversos
en poesía y en dramaturgia el I° Premio en el Concurso de Textos Teatrales
“Bernardo Canal Feijóo” 2001 con su obra Estación
sin rosas, con puesta y publicación. Participa en antologías nacionales y
extranjeras y sus textos han sido traducidos al italiano, francés, inglés y
portugués.
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