> Letras Itinerantes: (73) Elisa De Armas

viernes, 7 de agosto de 2020

(73) Elisa De Armas



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ENCARNACIÓN

Porque eran valientes y pobres se atrevieron a alquilar la mansión, tanto tiempo abandonada. Ella era alegre como un pájaro; él, habilidoso y reconcentrado. Entre los dos recolocaron tejas, empapelaron paredes, tapizaron los muebles. De noche se amaban con una pasión tierna que pronto me permitió anidar en el vientre de la muchacha y, mientras el fuego de la chimenea convertía el caserón en hogar, la sangre volvió a recorrer mis venas heladas, mi cuerpo se meció dentro del suyo y mis oídos escucharon, amortiguado por el líquido amniótico, el tarareo de una nana.

            Meses después los vi recoger sus cosas. Lloré, acaricié sus rostros con mis manos pequeñas, vacié a escondidas las maletas que acababan de llenar. Fue inútil. Se fueron −como todos mis padres anteriores− dejando la cuna olvidada y reprochándose uno a otro haber desatendido los rumores sobre este lugar maldito donde las niñas siempre nacen muertas.

Fictio minima

No existe remedio eficaz para las bibliotecas infectadas por esta agresiva especie. Sus mandíbulas diminutas emponzoñan y fragmentan libros de cuentos, novelas y poemarios. Algunos ejemplares especialmente tenaces han conseguido convertir en microrrelatos incluso los tratados de jurisprudencia.

MISERICORDIA

Si lo hubiera hecho a cambio de dinero, como las otras. O si se hubiese confesado de lujuria. Pero no, ella sostuvo que entregaba su cuerpo a ricos y pobres, nobles y clérigos, mozos y ancianos, y, sobre todo, a esclavos, tullidos y deformes, solo por regalarles unos instantes de consuelo. Tras el juicio fue condenada a la hoguera y el obispo, nuestro señor, ordenó para público escarmiento que una efigie de la endemoniada se colocase, a modo de gárgola, en las techumbres de la catedral.

            Encargose el trabajo al jefe de los canteros el cual, temeroso de que le hicieran correr la misma suerte, deformó los ojos de la mujer hasta hacerlos saltones, como de rana, le hizo abrir la boca en una mueca atroz que dejaba ver cinco hileras de dientes y cubrió su cuerpo de escamas. Mas, al llegar a los senos que tantas veces habían palpitado entre sus manos, aunque semiocultos tras alas de murciélago, no pudo evitar modelarlos enhiestos como cálices y mórbidos cual alas de ángel.

            Desde entonces, en las noches de lluvia, las sombras se agolpan bajo su figura. Mientras las demás gárgolas vierten el agua que se acumula en los tejados, de los pechos de la endemoniada manan dos fuentes de leche dulce y tibia que regalan a los menesterosos unos instantes de consuelo.

VIDAS IMAGINARIAS

Era un hidalgo alunado, presto a enzarzarse en disputas y bravuconadas, a quien nadie hubiese prestado atención si no fuera por su ingenio fabulador. Sin haber salido jamás de su lugar manchego, contaba aventuras de duelos, batallas, cautiverios, fugas y rescates tal como si las hubiese vivido y pintaba las maravillas de Italia, la ferocidad de los turcos y las prisiones de Argel de tal suerte que a sus vecinos les parecía estarlas contemplando a su sabor. Incluso le creían cuando afirmaba que había quedado manco en Lepanto, aunque en el ardor de la narración, ambas manos se agitaban a la par. Solían escucharlo embobados un rústico llamado Sancho y una moza jaquetona con la que tenía amores, aunque nunca le propuso matrimonio por temor a una sobrina que lo tenía medio dominado y no quería perder los derechos de la herencia.

LOS BUENOS DÍAS

Que se arrime un poco más al borde de la cama, le pide, que baje las piernas flaquitas y se ponga de pie con cuidado. Que se asee, que se recoja el pelo con el pasador de concha, que perfile las cejas, se dé un toque de carmín y otro de colorete. —¡Guapísima!  —susurra rozándole los labios con un beso—, me voy antes de que nos descubran.

            Mientras su difunto Martín escapa a través de la pared, la auxiliar entra en la habitación preguntándose, como cada mañana, de dónde saca fuerzas la anciana de la 127 para arreglarse sola y cómo consigue, pese a sus achaques, mantener la coquetería de la sonrisa.

PERSECUCIÓN

Parecía increíble que la figura regordeta de Sor Consuelo, sostenida por las cortas piernas escondidas tras la amplitud del hábito negro, pudiera desplazarse con aquella rapidez que la hacía parecer un ángel dotado del don de la ubicuidad. «Don Roberto, no guarde las naranjas en el cajón, si nunca le va a faltar comida. Ay, don Roberto, traiga para acá, volvió a comprar jamón, si sabe que le hace mal. ¡Otra vez fumando, don Roberto, apague, por favor, el cigarrillo! Don Roberto, ¿no viene a misa?» Lo peor fue lo de Bermúdez. La alegría de ver aparecer en la residencia a mi antiguo compañero de sindicato y de poder compartir con él la habitación se me apagó en tres semanas. Qué fue lo que hizo esa mujer con Bermúdez para convertirlo en su aliado, sólo su Dios y ella lo saben. Empezó confesando y comulgando, después se inscribió en el coro de la capilla y enseguida se dedicó a hacer desaparecer mis paquetes de tabaco y a controlar mi salud y mi dieta con una tenacidad digna de la propia sor Consuelo.

            Esta mañana murió Bermúdez. Con el ajetreo he conseguido cruzar hasta la tienda de la esquina y camuflar una botella de güisqui entre las hojas del periódico. Me lo estoy bebiendo en su honor, por los lejanos tiempos en los que compartimos huelgas, mujeres y retórica revolucionaria. Y no vaya a pensar, Sor Consuelo, que no me he dado cuenta de que se ha colado por debajo de la puerta y de que me está observando inmóvil desde la esquina. Pero de nada le ha servido esta vez su agilidad, porque, sólo con un pulgar, la he despanzurrado antes de que haya conseguido recuparar su tamaño. Por una vez le he ganado la partida a los milagros.

DECLARACIÓN

A mí me gusta ser Wendy, Cenicienta o Blancanieves; mi mamá unas veces es el hada madrina y otras la madrastra, yo las quiero a las dos igual. Cuando viene ese señor a jugar con ella a Caperucita y el lobo, me mandan a mi cuarto. Ser la Bella Durmiente es un rollo, por eso tuve que hacer de cazador. La escopeta era del abuelo. Ya se lo he contado mil veces, ¿cuándo me van a dejar irme con mi mami?

LA AUTORA

Elisa de Armas

 

Nació en Sevilla (España) en 1957. Licenciada de Geografía e Historia, ha sido profesora de Lengua y Literatura en la enseñanza secundaria.

            Como escritora de microrrelatos ha resultado ganadora en el concurso internacional Caperucita Roja en Tiempos de Twitter, en el IX Certamen de Microcuento Fantástico miNatura 2011 y en el III Concurso de Microrrelatos Realidad Ilusoria, así como finalista en otros concursos de minificción. Dentro del género del relato breve ha sido finalista en el X Concurso de Relatos Escritos por Personas Mayores, convocado por Radio Nacional de España y la Fundación Bancaria La Caixa, y ganadora en el XVII Concurso de Cuentos Infantiles sin Fronteras de Otxarkoaga.

            Participa en diversos portales de difusión de la ficción breve como Esta noche te cuento y La Marina, taller de minificciones de la editorial mexicana Ficticia, este último con más de quince años de funcionamiento, en el que ha sido coordinadora y actualmente ejerce como tallerista.

            Sus textos han sido publicados en diversas antologías en España e hispanoamérica entre las que destacan Historias de las historias, Ediciones del Ermitaño, México, 2011; Cienfictimínimos, microrrelatario de Ficticia México, Ficticia, 2012; De antología: la logia del microrrelato, Madrid, Talentura, 2013; Eros y Afrodita en la minificción, México, Ficticia, 2016; La marina de Ficticia, Lima, Micrópolis, 2018; Resonancias, Puebla, BUAP,  2018.

Desde 2010 mantiene el blog Pativanesca 

(http://pativanesca.blogspot.com)

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