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ENCARNACIÓN
Porque
eran valientes y pobres se atrevieron a alquilar la mansión, tanto tiempo
abandonada. Ella era alegre como un pájaro; él, habilidoso y reconcentrado.
Entre los dos recolocaron tejas, empapelaron paredes, tapizaron los muebles. De
noche se amaban con una pasión tierna que pronto me permitió anidar en el
vientre de la muchacha y, mientras el fuego de la chimenea convertía el caserón
en hogar, la sangre volvió a recorrer mis venas heladas, mi cuerpo se meció
dentro del suyo y mis oídos escucharon, amortiguado por el líquido amniótico,
el tarareo de una nana.
Meses después los vi recoger sus
cosas. Lloré, acaricié sus rostros con mis manos pequeñas, vacié a escondidas
las maletas que acababan de llenar. Fue inútil. Se fueron −como todos mis
padres anteriores− dejando la cuna olvidada y reprochándose uno a otro haber
desatendido los rumores sobre este lugar maldito donde las niñas siempre nacen
muertas.
Fictio minima
No existe remedio eficaz para las bibliotecas infectadas por esta
agresiva especie. Sus mandíbulas diminutas emponzoñan y fragmentan libros de
cuentos, novelas y poemarios. Algunos ejemplares especialmente tenaces han
conseguido convertir en microrrelatos incluso los tratados de jurisprudencia.
MISERICORDIA
Si lo
hubiera hecho a cambio de dinero, como las otras. O si se hubiese confesado de
lujuria. Pero no, ella sostuvo que entregaba su cuerpo a ricos y pobres, nobles
y clérigos, mozos y ancianos, y, sobre todo, a esclavos, tullidos y deformes,
solo por regalarles unos instantes de consuelo. Tras el juicio fue condenada a
la hoguera y el obispo, nuestro señor, ordenó para público escarmiento que una
efigie de la endemoniada se colocase, a modo de gárgola, en las techumbres de
la catedral.
Encargose el trabajo al jefe de los
canteros el cual, temeroso de que le hicieran correr la misma suerte, deformó
los ojos de la mujer hasta hacerlos saltones, como de rana, le hizo abrir la
boca en una mueca atroz que dejaba ver cinco hileras de dientes y cubrió su
cuerpo de escamas. Mas, al llegar a los senos que tantas veces habían palpitado
entre sus manos, aunque semiocultos tras alas de murciélago, no pudo evitar
modelarlos enhiestos como cálices y mórbidos cual alas de ángel.
Desde entonces, en las noches de
lluvia, las sombras se agolpan bajo su figura. Mientras las demás gárgolas
vierten el agua que se acumula en los tejados, de los pechos de la endemoniada
manan dos fuentes de leche dulce y tibia que regalan a los menesterosos unos
instantes de consuelo.
VIDAS IMAGINARIAS
Era un hidalgo alunado, presto a enzarzarse en disputas y bravuconadas,
a quien nadie hubiese prestado atención si no fuera por su ingenio fabulador.
Sin haber salido jamás de su lugar manchego, contaba aventuras de duelos,
batallas, cautiverios, fugas y rescates tal como si las hubiese vivido y pintaba
las maravillas de Italia, la ferocidad de los turcos y las prisiones de Argel
de tal suerte que a sus vecinos les parecía estarlas contemplando a su sabor.
Incluso le creían cuando afirmaba que había quedado manco en Lepanto, aunque en
el ardor de la narración, ambas manos se agitaban a la par. Solían escucharlo
embobados un rústico llamado Sancho y una moza jaquetona con la que tenía
amores, aunque nunca le propuso matrimonio por temor a una sobrina que lo tenía
medio dominado y no quería perder los derechos de la herencia.
LOS BUENOS DÍAS
Que se arrime un poco más al borde de la cama, le pide, que baje las
piernas flaquitas y se ponga de pie con cuidado. Que se asee, que se recoja el
pelo con el pasador de concha, que perfile las cejas, se dé un toque de carmín
y otro de colorete. —¡Guapísima!
—susurra rozándole los labios con un beso—, me voy antes de que nos
descubran.
Mientras su difunto
Martín escapa a través de la pared, la auxiliar entra en la habitación
preguntándose, como cada mañana, de dónde saca fuerzas la anciana de la 127
para arreglarse sola y cómo consigue, pese a sus achaques, mantener la
coquetería de la sonrisa.
PERSECUCIÓN
Parecía increíble que la figura regordeta de Sor Consuelo, sostenida por las cortas piernas escondidas tras la amplitud del hábito negro, pudiera desplazarse con aquella rapidez que la hacía parecer un ángel dotado del don de la ubicuidad. «Don Roberto, no guarde las naranjas en el cajón, si nunca le va a faltar comida. Ay, don Roberto, traiga para acá, volvió a comprar jamón, si sabe que le hace mal. ¡Otra vez fumando, don Roberto, apague, por favor, el cigarrillo! Don Roberto, ¿no viene a misa?» Lo peor fue lo de Bermúdez. La alegría de ver aparecer en la residencia a mi antiguo compañero de sindicato y de poder compartir con él la habitación se me apagó en tres semanas. Qué fue lo que hizo esa mujer con Bermúdez para convertirlo en su aliado, sólo su Dios y ella lo saben. Empezó confesando y comulgando, después se inscribió en el coro de la capilla y enseguida se dedicó a hacer desaparecer mis paquetes de tabaco y a controlar mi salud y mi dieta con una tenacidad digna de la propia sor Consuelo.
Esta mañana murió
Bermúdez. Con el ajetreo he conseguido cruzar hasta la tienda de la esquina y
camuflar una botella de güisqui entre las hojas del periódico. Me lo estoy
bebiendo en su honor, por los lejanos tiempos en los que compartimos huelgas,
mujeres y retórica revolucionaria. Y no vaya a pensar, Sor Consuelo, que no me
he dado cuenta de que se ha colado por debajo de la puerta y de que me está
observando inmóvil desde la esquina. Pero de nada le ha servido esta vez su
agilidad, porque, sólo con un pulgar, la he despanzurrado antes de que haya
conseguido recuparar su tamaño. Por una vez le he ganado la partida a los
milagros.
DECLARACIÓN
A mí me gusta ser Wendy, Cenicienta o Blancanieves; mi mamá unas veces
es el hada madrina y otras la madrastra, yo las quiero a las dos igual. Cuando
viene ese señor a jugar con ella a Caperucita y el lobo, me mandan a mi cuarto.
Ser la Bella Durmiente es un rollo, por eso tuve que hacer de cazador. La
escopeta era del abuelo. Ya se lo he contado mil veces, ¿cuándo me van a dejar
irme con mi mami?
LA AUTORA
Elisa de
Armas
Nació en
Sevilla (España) en 1957. Licenciada de Geografía e Historia, ha sido profesora
de Lengua y Literatura en la enseñanza secundaria.
Como escritora de microrrelatos ha
resultado ganadora en el concurso internacional Caperucita Roja en Tiempos de Twitter, en el IX Certamen de Microcuento Fantástico miNatura 2011 y en el III Concurso de Microrrelatos Realidad
Ilusoria, así como finalista en otros concursos de minificción. Dentro del
género del relato breve ha sido finalista en el X Concurso de Relatos Escritos por Personas Mayores, convocado por
Radio Nacional de España y la Fundación Bancaria La Caixa, y ganadora en el XVII Concurso de Cuentos Infantiles sin
Fronteras de Otxarkoaga.
Participa en diversos portales de
difusión de la ficción breve como Esta
noche te cuento y La Marina, taller
de minificciones de la editorial mexicana Ficticia, este último con más de
quince años de funcionamiento, en el que ha sido coordinadora y actualmente
ejerce como tallerista.
Sus textos han sido publicados en
diversas antologías en España e hispanoamérica entre las que destacan Historias de las historias, Ediciones
del Ermitaño, México, 2011; Cienfictimínimos,
microrrelatario de Ficticia México, Ficticia, 2012; De
antología: la logia del microrrelato, Madrid, Talentura, 2013; Eros y Afrodita en la minificción, México,
Ficticia, 2016; La marina de Ficticia,
Lima, Micrópolis, 2018; Resonancias,
Puebla, BUAP, 2018.
Desde 2010 mantiene el blog Pativanesca
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