Lorena Diaz Meza
No nos creyeron cuando les dijimos que habíamos visto sirenas nadando cerca de la isla. No nos creyeron cuando les dijimos que venían cantando, puño en alto, torso desnudo y pañoleta al cuello. No nos creyeron, como cuando les dijimos que nos estaban matando, que la niña que subieron a la fuerza al auto no tenía la culpa, que seguimos desapareciendo. Ahora que el mar los arrastra y las sirenas se han hecho fuertes, no nos queda otra que despedirlos con la mano en alto, mano que es un puño, puño que se tiñe violeta, violeta como se ha coloreado el mar.
Pia Barros
Me regaló una flor violeta y
derramó su sonrisa de dientes perfectos sobre mi soledad.
Pero vino la ráfaga del invierno y la
ternura quedó sepultada cara abajo tras la almohada. Ahora vago con el rostro
oculto hacia las veredas. Nadie cree que es una flor aquello tatuado a golpes
sobre mi rostro.
Patricia Rivas Morales.
Hice una ensalada de corazones desconsolados
con la esperanza de que fuese la última. El óxido del tenedor atravesó las
venas por donde circulaba la pena. Y aunque quise digerir el plato lo más
rápido que pude, el utensilio desgastado por el uso derramó la herrumbre,
paralizando la deglución.
El dolor no se cocina fácilmente.
Chile,
Hija bastarda, Editorial Asterión, 2009.
Gabriela Aguilera Valdivia
A mi padre y a mi abuelo
Mi padre susurró: «A Manuel lo
fondearon». Mi madre dejó de servir la sopa. En la calle, alguien pasó silbando
y mi padre se puso el dedo en la boca, instándonos a guardar silencio.
Escuchamos hasta que el silbido se perdió.
«Fueron muchos. Los tiraron al mar por orden
del presidente», susurró mi padre, «al fondo del mar». No pude imaginar eso.
Para mí, el mar era un dibujo en mi cuaderno, igual que la cordillera. Era un
sonido tremendo en una concha de loco que después se transformaba en cenicero
en el living de mi casa. Era la playa sembrada de algas y el dolor del golpe
frío del oleaje. El mar era algo luminoso y feliz. Imaginé a mi primo Manuel,
en el fondo del mar, llevado por las corrientes hasta un lugar donde no
podríamos alcanzarlo.
En los años siguientes, cada vez que fuimos
a la playa, esperé ver a Manuel viniendo hacia nosotros montado en la cima de
una ola.
Lilian Elpick
Cuando el sol cae como una
piedra, recorremos la ribera del Ñancahuasú. Tenemos hambre y las tropas nos
persiguen los zapatos, mordiéndonos en chasquidos, ramas que se quiebran,
gritos y amenazas. Nos separamos. Huyo por las quebradas y el fusil pesa. El
asma no me da tregua. Las ráfagas se escuchan cada vez más cerca.
El primer disparo se aloja en mi pierna. Me
cortarán las manos y las mujeres arrancarán mechones de mi pelo. Lavarán mi
cuerpo para sacarle fotos. Mucho después, los turistas visitarán la escuelita
de La Higuera llevando mi imagen en sus camisetas.
* «¡Póngase sereno y apunte
bien! ¡Va a matar a un hombre!» (Ernesto «Che» Guevara a su asesino, el
sargento Mario Terán).
Del
libro “Capilar” Editorial Eutopia, 2018
Fernanda Cavada
Somos la búsqueda de una certidumbre ingenua.
Sí, esa idea que forma una sombra detrás de nuestras cabezas que nos hace
pensar que nada ni nadie podría interrumpir lo delicadamente planificado por
nosotros, a través de profecías pasadas de boca en boca; somos nuestro propio
calendario. 21 de diciembre del 2012. ¿A ti te gustó esa fecha? Quizá elegiste
asustarte por moda, porque alguien más te lo advirtió. Comenzaste a prepararte
para lo que alguien más te dijo que todo se acababa hoy. ¿Alguna vez pensaste
en matarte por esto? ¿Te ayudo? Nos ahorraríamos muchas cosas.
Antología
Microcuentos de fin de mundo (letras de Chile)
Andrea Calvo Cruz
ELLA, la que tiene respuesta
para todo. Ella, que en cada reunión saca aplausos, los gerentes la adoran por
su ingenio y le cuelgan medallas por sus brillantes informes. Ella, la
eficiente. Que es capaz de reventarle el cráneo a su madre y robarse el crédito
por el trabajo que hace su esclava, cuyas cadenas invisibles le agobian y quien
todas las mañanas, jura frente al espejo que hoy es el día perfecto para decir
que NO. —¿Entendiste lo que necesito? —su voz me aplasta. Con una sonrisa,
asiento con la cabeza.
Se publica bajo el
consentimiento de cada una de las autoras y citamos las publicaciones de
origen.
Lorena Diaz Meza: Piratas de
ciudad, Quarks Ediciones digitales, marzo 2021.
Pia barros: Https//narrativabreve.com
Patricia Rivas Morales: “Hija bastarda”, Editorial
Asterión, 2009.
Gabriela Aguilera Valdivia: Astillas de hueso, 2013, libro conmemorativo de los 40 años del golpe militar en Chile. Publicado también en https://www.citaenlasdiagonales.com.ar/
Lilian Elpick “Capilar” Editorial Eutopia, 2018
Antología Microcuentos de fin de mundo (letras de
Chile) 2012
Andrea calvo Cruz del libro “Medular”
Ediciones Sherezade 2019, tomado de En el camino, nuevas voces de la
minificción latinoamericana, Rony Vásquez Guevara 2021.
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