Colectivo Señoritas Imposibles
Tenemos que hablar
Claudia Farah Salazar
Mejor decirlo ahora. En algún momento me enfrentaré a tu semblante y a tu sonrisa, aunque sea en el inframundo. Traje tus flores favoritas y me puse el perfume que me regalaste. Es así como te gusto, ¿cierto?La tierra que nos separa me protege y puedo sentarme en este pasto perfecto a juntar las palabras precisas para explicártelo todo. Podría haberlo escrito en una tarjeta junto a las flores, pero no quería enfurecerte aún más.No es fácil. Por un momento creo que existen las palabras para esto. Entonces miro tu lápida, nuevecita y reluciente con tu nombre. Imagino tu cara de odio y lo admito de una vez: «Ya, sí, yo fui la que le pagó al tipo raro de la esquina para que te diera un par de balazos y sacara el dinero de la botillería, para disimular. Nos fuimos a medias. Pero, en mi defensa, no digas que no te lo advertí».
Cazador cazado
Fernanda Cavada
Con
el cuchillo me apuntó preguntando:— ¿Sabías
que el pez globo es venenoso?Me
encogí de hombros.
—Si
lo cortas mal, te mueres —dijo, mientras cortaba los tentáculos de pulpo que
había traído—. Yo te puedo hacer eso, puedo liquidarte así de fácil: poniendo
veneno en tu comida.Terminando
el discurso, se llevó un trozo a la boca. Cuando tragó, lo supo. Intentó
respirar. Por mi parte, hice lo que pude.
LABERINTO II
Francisca Rodríguez Aguilera
El abogado recorrió pasillos y atravesó rejas y puertas para entrevistarse con su defendido. Después de meses de espera, finalmente traía una buena noticia. El tribunal solicitaba la presencia del imputado y con la nueva declaración a su favor, tal vez se retiraban los cargos en su contra. “Faltan varias semanas para que se revise la medida, pero nos da la esperanza suficiente para soportar un poco más”, dijo el abogado.El imputado fue conducido de vuelta a su celda, escoltado por los gendarmes. Anduvo por los corredores, se abrieron y cerraron portones a su paso, subió la escalera, transitó por las galerías de los mecheros, de los lanzas, de los domésticos y los narcos. Ya sin escolta y en su celda, una cuchilla hechiza halló el camino entre sus costillas dejándolo inmóvil en el suelo.
Estar pedido
Gabriela Aguilera V.
A Elena Gaete Solís
Mandar
a matar a alguien es difícil. Primero hay que pesquisar a quien lo haga y
asegurarse de que lo haga bien. Hay que contar con el dinero suficiente. Puesta
en ese trance, no se va a poner una a regatear. Luego surgen las dudas, los
miedos, porque, se dice una, si me descubren, me van a secar en la cárcel. Dan
ganas de deshacer el trato. Incluso se apela a los recuerdos buenos para reunir
valor y no hacer lo que una desea. Pero ahí está, desplomándose sobre la cama,
haciendo zapping hasta adormilarse, babeando la almohada.
Ahí
está, ese ser detestado, haciendo gala de atributos tan poco atractivos. El
baño sembrado de pelos, porque está quedándose calvo. La toalla húmeda en el
suelo, la uña encarnada y esa panza que desborda el pantalón. Suda tanto. Y
ahora padece de reflujo y acidez estomacal.
Ahí
está, arrebujándose en la ropa de cama, comiendo a dos carrillos, hablando de
sí mismo todo el tiempo.
Entonces
una recupera las convicciones, lo quiere fuera de su vida y hace la llamada y
hace el trato y espera, mordiéndose las uñas, a escuchar los seis balazos en la
calle, junto al portón de la entrada.
Libertad vigilada
Lorena Díaz Meza
Nosotros
lo acompañamos donde vaya. Estuvimos con él por años en Punta Peuco, encerrados
en la cárcel de su memoria, que no nos libera, que se niega a dejarnos salir,
que nos retiene cuando le preguntan por nosotros. Por eso nos acostumbramos a
estar junto a él, a seguirlo, a visitarlo por las noches, a acompañarlo por los
pasillos de su prisión VIP, a meternos en el televisor de su dormitorio y
hablarle desde ahí, hasta que llora, hasta que grita que nos vayamos, hasta que
llegan los gendarmes y lo calman.
Ahora
ha sido indultado y vuelve a su casa, con los suyos. Anciano de mirada triste.
Ojos de niño asustado. Nosotros vamos con él. Somos sus escoltas, somos los que
mandó al mar atados a bloques de rieles, los que calló con el cuchillo corvo
acariciándonos el cuello. Somos los inocentes que enterró vivos en la Cuesta
Barriga. Somos los que se sientan a los pies de su cama y sombras negras en la
oscuridad, vamos trepando por su cuerpo hasta su garganta, donde apretamos para
que salga la verdad. Somos quienes lo acompañaremos hasta la muerte.
Las autoras
“Colectivo Señoritas Imposibles,
Escritoras de Narrativa Negra” es una agrupación conformada por escritoras, con la finalidad de
promover el género negro y especialmente la escritura negra de mujeres.
El día viernes 13 de noviembre de 2015
se dio inicio a las actividades del colectivo, cuyos objetivos son propiciar
instancias de creación literaria en el marco de género negro; difundir la
narrativa negra y apoyar su publicación. Para esto, han creado Ediciones
Imposibles, sello independiente y autogestionado dedicado exclusivamente a la
publicación de género negro.Como agrupación han publicado
“Señoritas Imposibles. Antología de microcuento negro” (Ediciones Sherezade,
2016); “El invitado a tomar el té” (Ediciones Imposibles, 2018) y cuatro
títulos en Colección Agatha, de Ediciones Imposibles, dedicada al microcuento
negro.
Claudia Farah Salazar (Santiago, 1976). Periodista y escritora. Ha
participado en los Talleres del Colectivo Ergo Sum. Sus relatos han sido
publicados en los libros-objeto de los años 2006, 2007 y 2008 como también en
la Antología Basta! +de 100 mujeres contra la violencia de género (Asterión,
2012) y en paraderos del Transantiago para la difusión del 3º Festival de
Literatura Negra 2014.
Fernanda Cavada Díaz. (Santiago, 1989).
Abogada y escritora. Participó en los talleres Ergo Sum entre 2006 y 2015. Es miembro fundadora del Colectivo
Señoritas Imposibles. Sus cuentos han aparecido en las antologías
¡Basta! + de 100 mujeres contra la violencia de género, Basta! Cien cuentos
contra el abuso infantil y en la antología digital Lectures du Chili Nouvelles
et microrécits auteurs chiliens du siécle XXI.
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